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IGLESIAS DE DIOS PENTECOSTAL JEMI
18 agosto 2009 2 18 /08 /agosto /2009 23:19
Romanos La epístola a los Romanos 1. Introducción La carta de Pablo a los Romanos es la más famosa y ha jugado un rol trascendental en la vida de muchos líderes de la iglesia. Podemos pensar en Agustín, Martín Lutero, Juan Wesley y Karl Barth. Es la carta que, aunque no tenía el objetivo dar ‘una teología sistemática', nos brinda un resumen de los pensamientos teológicos del Apóstol Pablo. 2. Contenido Si la carta es una introducción de parte de Pablo para que la iglesia le conozca, entonces podemos decir que uno de sus propósitos fue dar a conocer el evangelio que Dios le ha comendado (1,1-5) y protegerlo contra malentendidos, frutos de una reminiscencia legalista judía. El contenido del evangelio es el poder salvador que tiene: la justificación de los impíos, tanto de judíos como de gentiles (1,16). Fuera del evangelio no hay camino hacia la salvación. Pablo, así lo enfatiza, tanto para los gentiles (1,18-32) como para los judíos (2,1-3,8). Para ambos hay una sola solución, la de Dios: el sacrificio de su Hijo (3,1-20 y 21-30). La justicia de Dios es un regalo que también está destinado para los gentiles. Abraham (la figura ejemplar para los judíos) creyó en el Señor antes de haber recibido la señal del pacto de Dios, la circunsición. Por lo tanto, también ahora, los gentiles pueden recibir los frutos del sacrificio de Jesucristo sin haber sido circuncidados. En el capítulo 5,1-11, Pablo habla de las bendiciones que trae la justificación: la paz con Dios y la plena certeza de la gloria futura. El apóstol recalca esta certeza al comparar a Adán y Cristo como tipo y antitipo. Adán introdujo el pecado y como consecuencia la muerte y la condenación, en cambio Cristo trajo la justificación, la restauración y la vida eterna. En los capítulos 6 y 7, Pablo refuta algunos argumentos, sobre todo de parte de los judíos, en cuanto a la objeción que al hablar de la gracia abundante, tal como lo hace Pablo, la gente recibe un fuerte estímulo para seguir viviendo en el pecado (cap. 6) y la objeción de que Pablo menospreciaría la divina ley de Dios (cap. 7). Pablo contesta que no es así, el que vive de la gracia ha muerto al pecado, el pecado no tiene dominio sobre él; sino que desde ahora en adelante pertenece a otro amo y a otro esposo: Jesús. En cuanto a la ley, ella no sirve para alcanzar la salvación, no porque tenga falencia, en absoluto, sino por nuestra naturaleza corrompida, la que nos hace imposible merecer la vida eterna a través de nuestros propios esfuerzos. En el cap. 8, Pablo describe cómo es la vida de aquellos que están `en Cristo', la vida bajo el control del Espíritu Santo. La vida en el Espíritu trae muchas bendiciones, puesto que a través de Él conocemos a Dios como nuestro Padre y tenemos la seguridad de la futura gloria, pese a que todavía hay muchas luchas y angustias. Sin embargo, por ser la salvación obra de Dios desde el principio hasta el fin, ella es tan segura como Dios entregó a su Hijo por nosotros. En los capítulos 9-11, Pablo debe decir algo del futuro del pueblo de Israel, por un lado para que los creyentes de los gentiles no se consideren por encima de los judíos, y por otro lado para mostrar que la fidelidad de Dios no es anulada por la incredulidad de los judíos. Dios se apiadará nuevamente de su pueblo. A continuación, Pablo saca las consecuencias prácticas de su evangelio: una vida enteramente consagrada a Dios, al servicio de Dios y al amor hacia los hermanos y los de afuera (cap. 12), la actitud hacia las autoridades, y cómo vivir con tensiones dentro de la iglesia, entre los fuertes y los débiles, es decir, entre aquellos que han experimentado la libertad en Cristo y aquellos que todavía se dejan guiar por un estilo bastante legalista (los caps. 14-15,1-13) Luego hace ver sus planes para el futuro: visitar a la iglesia de Roma y evangelizar el mundo occidental (España) y la ayuda que él espera de ellos (15,14-33). Por último manda saludos a la iglesia, dando algunas advertencias, para posteriormente terminar con una doxología. 3. ¿Quiénes son los lectores? La iglesia de Roma no fue fundada por Pablo ni Pedro, pero probablemente por creyentes (¿judíos?) que vivían en Roma, pero que visitaban regularmente Jerusalén y otras partes del imperio romano donde se había predicado el evangelio y a quienes se habían convertido a Jesús. La iglesia existía probablemente en grupos de crey¬entes de los judíos y de los gentiles. Casi siempre esa situa¬ción crea tensiones. ¿Tenemos que seguir viviendo conforme a la ley de Mois¬és, o no? Los fuertes dijeron que no, basándose en la libertad cristiana. Ellos deben haber sido cabalmente creyentes de los gentiles y aquellos de los judíos que habían experimentado más su libertad que sus hermanos judíos. Los débiles en la fe fueron aquellos creyentes de los judíos que no podían dejar la vida estricta conforme a la ley de Moisés y las muchas tradiciones que se habían formado durante los siglos. Pese a que Pablo no conocía personalmente la iglesia de Roma, estaba al tanto de los acontecimientos que en ella se desarrollaban. El último capítulo demuestra claramente que él se había enterado de la situación local por los muchos contactos que tenía con miembros de la iglesia de Roma. Debemos tomar en cuenta que había gente que viajaba mucho y que podía informar al apóstol del bienestar de la iglesia. 4. El propósito de la carta Pablo quiso ya hace años visitar a esta iglesia, pero nunca tuvo la oportunidad (1,8-15 y 15,22-24 y 28). Por lo tanto, podemos entender esta carta como un medio para introducirse a los hermanos de la iglesia de Roma. Un segundo propósito es el pedir ayuda logística y espiritual para su viaje misionero proyectado a España. Además, quiere explicar en qué consiste su mensaje y deshacerse de las objeciones que ha encontrado; él sabe -por informaciones de otros hermanos- que tales objeciones también están presentes en la iglesia de Roma. ¿Mantiene Pablo lo suficiente la ley de Dios? ¿No causa su predicación de la gracia de Dios, indiferencia relativa a una vida conforme a la ley de Dios? Un cuarto propósito es que mediante esta carta quiere exhortar a los hermanos que se acepten mutuamente, a pesar de las diferentes opiniones con respecto al mantenimiento de mandamientos mosaicos y tradicionales. 5. Tiempo de origen Pablo escribió esta carta probablemente en Corinto, cuando él estaba a punto de viajar a Jerusalén (compare Romanos 15,25 con Hechos 19,21 y 20,16 y 22), al final de su Tercer Viaje Misionero. La carta debe ser escrita hacia el fin del 56 o principio del año 57 d.C. 6. Conclusión La carta a los Romanos tiene gran importancia doctrinal para la iglesia de todos los siglos. Con gran claridad se nos presenta el evangelio de pura gracia; nos habla de cómo personas que se caracterizan por su impiedad y pecado pueden ser justas por el sacrificio de Jesucristo. Además recibimos un discurso conmovedor acerca del plan de Dios con Israel. Ello puede protegernos contra el orgullo, como si hubiéramos ocupado el lugar de Israel. Si Dios ha eliminado algunas ramas de su propio pueblo, puede entonces hacer lo mismo con nosotros quienes no pertenecíamos al pueblo escogido. Por último vemos que el evangelio es el estímulo más fuerte para vivir una vida que agrada al Señor. La nueva vida, abarca todos los terrenos de la existencia misma en todas las relaciones en que nos desarrollamos. Más que nunca necesitamos esta carta para que vivamos del evangelio del perdón, y así también ser aptos a fin de poder presentar a otros el evangelio como el único medio de la salvación y de la esperanza al mundo. Romanos 1,1-17 1. (1,1-6) Pablo comienza, como lo hace siempre en sus cartas, con el remitente, destinatario y bendición. El versículo 1 nos presenta tres características del apóstol Pablo: a. Es siervo de Jesucristo. Él se halla totalmente a disposición del Señor. El que fuera antes un enemigo del evangelio y del Señor Jesús fue convertido en un siervo de Él. b. Es llamado a ser apóstol. Apóstol significa: enviado, enviado para predicar el evangelio. Los apóstoles eran testigos oculares del ministerio terrenal de nuestro Señor Jesucristo y de su resurrección. El caso de Pablo se debe a un hecho particular (1 Cor. 9,1). Jesús había elegido a los doce para ser sus apóstoles. Pablo reclama que fue agregado a ellos. c. Es apartado para el evangelio de Dios. Es decir, por Dios; mucho tiempo antes de su llamado y conversión (Hechos 9,15), Pablo fue destinado por Dios para realizar una importante misión, la principal de su vida: anunciar el Evangelio. Pablo enumera algunas características del evangelio en el versículo dos: a. Es de Dios. Tiene su origen en Él. No fue `inventado' por Pablo, sino por Dios. Él buscó un camino por el cual podemos ser salvos, enviando a su propio Hijo. b. Él lo había prometido antes por sus profetas en las Santas Escrituras. El evangelio no es un mensaje de última hora opuesto a las Escrituras del Antiguo Testamento. No, tiene el pleno apoyo de ellas, en las cuales se indica a Jesús como el Hijo del Hombre (Dan 7) y el Siervo de Jehová (Isaías 53). Tanto las Escritu¬ras como los apóstoles testifican de la misma Persona: Jesús. c. Su tema central es la persona de Jesucristo. Aparte de Él, no existen buenas nuevas, ya que Él es el único camino que nos lleva a Dios. Pablo dice acerca de Jesucristo: "Que era del línea de David según la carne". El es el Salvador prometido; el hijo de David, el Mesías; pero también el Hijo de Dios. "Que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad por la resurrección de entre los muertos". Los dos títulos (descendiente de David e Hijo de Dios) nos indican a Jesús en su humillación y en su exaltación y divinidad. Pablo no quiere decir que a través de la resurrección Él fue Hijo de Dios, sino que por medio de ella fue manifiesto como tal. El evangelio es un gran evangelio; éste trata del Hijo de Dios, que triunfó sobre el diablo, nuestros pecados y la muerte. Así que esta persona tan importante es Jesús (una persona histórica), el Cristo (el Mesías prometido), el Señor exaltado, quien reina para siempre. d. Los destinatarios del evangelio. Está dirigido a todas las naciones. Pablo llama a su apostolado (= su vocación para ser apóstol) una gracia; es un gran privilegio poder predicar el evangelio. Del v.6 podemos desprender que la mayoría de los miembros de la iglesia de Roma pertenecían a los creyentes de los gentiles. El evangelio debe ser predicado en todo el mundo. La misión de la iglesia abarca a todas las naciones. e. El propósito del Evangelio. Es "la obediencia a la fe". La única respuesta adecuada al llamamiento de Dios es obediencia, la que consiste en fe en la obra salvadora de Cristo. La iglesia de Roma ha respondido a este llamado y ahora pertenece a Jesucristo. Pertenecer a Él es glorioso, pues Él se constituye en nuestro Salvador tanto en vida como en la muerte. f. El fin último del evangelio es la gloria de su nombre. "Por (amor de) su nombre". El último fin de la predicación no es la conversión de los gentiles, por importante que sea, sino la gloria de Jesucristo. Pero es precisamente a través de la conversión que el Señor es glorificado. * El gran privilegio de ser llamado para pertenecer a Jesucristo, incluye nuestra vocación al servicio de nuestro Dios y Salvador. 2. (1,7-15). Después de haberse presentado, se dirige a sus lectores: "A todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos". Pablo dice entonces de ellos que son: a. Amados de Dios. Desde la eternidad para ser sus hijos. b. Tienen el propósito de ser santos. Consagrados al Señor, tal como era el destino de Israel. c. Son los recipientes de la bendición de Dios: Pablo les desea a todos gracia y paz, las dos palabras claves del evangelio del perdón. Pablo da gracias al Señor por ellos. El hecho de que haya una iglesia en Roma, ha significado la extensión del Evangelio a otros lugares (v. 8). Esto es motivo de gran alegría. Por otro lado, Pablo también está orando por ellos. Lo hace siempre y en todo momento (v. 9). Humildemente hace la petición de que Dios abra el camino para poder estar con ellos (v. 10). Es su gran deseo visitar a esta iglesia, porque aunque la parte oriental del mundo ha escuchado el evangelio, la parte occidental todavía no. Así Pablo podría usar la capital del imperio romano como punto de partida para evange¬lizar la parte occidental de este imperio. Pero al mismo tiempo anhela fortalecer a esta iglesia. Por esta razón escribe su carta a fin de visitar a la iglesia de Roma. Su visita no significará sólo una bendición para la iglesia, sino también para él mismo: "Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de seáis confirmados; esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mi (1,11 y 12)." Es importante atender al hecho de que Pablo es lo suficiente humilde para no sólo ser de bendición, sino también para recibirla en un proceso de mutua consolación. La frase "comunicaros algún don espiritual" se refiere a su enseñanza y exhortación por las cuales la iglesia será edificada. El motivo por el que todavía no la había visitado no significa que tuviese falta de interés para hacerlo. ¡Al contrario! Era otra la causa que impedía que esto se realizara: Esa era su gran tarea, su `deuda' a griegos y no griegos para entregarles el evangelio. * Es necesario que entreguemos el evangelio, pero al mismo tiempo necesitamos la comunión de los santos. 3. (1,16-17) La razón principal por la cual Pablo está tan ansioso de predicar el evangelio en todo el mundo y por ende también en la metrópoli de Roma, es la grandeza del evangelio: "No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salva¬ción a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego". A pesar de que para los judíos, el evangelio es `tropezadero' y para los gentiles `locura', no se avergüenza de él, porque ha experimentado personalmente su enorme poder transformador. Pablo nos dice que el evangelio es: a. Es poder de Dios para salvación. El evangelio nos revela el amor de Dios, que en grandeza libra a los hombres de la ira venidera; él nos habla del perdón de los pecados y de la visión de la vida eterna en la gloria de Dios, que los creyentes reciben de Él. b. Es amplio. Abarca a todos los que creen, tanto a judíos como gentiles. En Jesucristo, Dios ahora está buscando a todo el mundo para que se salve. Los judíos van primeros, ya que con ellos Dios había establecido su pacto. c. Es revelación de la justicia de Dios. ¿Qué entiende Pablo por "justicia de Dios"? "La justicia de Dios es aquella virtud por la que Él destruye a sus enemigos, pero por la cual también regala a su pueblo el perdón, da la vida y salva de toda necesidad y peligro" (H.J. Jager). Dios realiza y cumple lo que ha dicho: Él castiga, pero también cumple sus promesas. "La justicia de Dios, en Rom 1,17, es aquel activo, poderoso y salvífico atributo de Dios por el que perdona los pecados y renueva la vida." ¿Y cómo se recibe el gran poder salvífico del evangelio? Por la fe. Nuestra vida comienza con fe y termina con ella. Después de nuestra conversión seguimos dependiendo de la gracia y de la justicia salvadora de Dios. "El justo solamente por la fe vivirá". Con esta cita de Habacuc, Pablo recalca que la fe siempre ha sido de importancia trascendental para vivir justos ante la presencia de Dios. * El evangelio es algo tan hermoso; nos libra de la ira de Dios y nos predica la justicia salvadora por la cual podemos vivir. 4. (1,18-32) Es notable la palabra `porque' en los versículos 16 al 20. En el v.14 Pablo dice que él es deudor de todos para anunciar el evangelio. La razón de ésto, es el gran poder salvador que entrega el evangelio. Ahora, en el v.18 nos da otra razón para subrayar la importancia del evangelio: "La ira de Dios se revela desde el cielo", es decir: Dios ya está revelando su ira, entregando a los gentiles a la inmundicia (24). Pero su juicio no se limita a ellos. También se aplica a los judíos (incrédulos), pues "la ira de Dios se revela contra toda impiedad e injusticia de los hombres". Pablo menciona primeramente la palabra `impiedad'. Ella indica el menospreciar a Dios, mientras que `injusticia' significa más el resultado de esta impiedad en la vida de la gente, una conducta mala hacia los demás. La razón por la cual los hombres viven así, es que detienen, apresan o cautivan la verdad, que consiste en la revelación de Dios. No quieren vivir glorificando ni honrando al Creador y esto a pesar de que Él se manifestó por medio de las cosas hechas (vv. 19-21). Pese a que Dios no se reveló a todos en cuanto a su salvación, lo que Él manifestó en la creación es suficiente para que no exista ninguna excusa válida por no adorar a Dios. Las cosas invisibles, es decir, sus atributos como su eterno poder y divinidad se hacen visibles desde la creación a través de las cosas que fueron hechas: los hechos de Dios en la creación, en su providencia y en la historia. "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos (Salmo 19,1)". En resumen, esta manifestación de la gloria de Dios es suficiente para echar por tierra toda excusa que los hombres presenten para no glorificar ni honrar a Dios. El no glorificar a Dios es un pecado tan grave que es castigado de dos maneras: a. Su castigo es que Dios les entregó a la vanidad. La voz pasiva "se envanecieron" y "su corazón fue entenebrecido" es una forma judía para expresar que Dios está actuando. Cuando rechazamos al Dios verdadero incurrimos en idolatría. Cuando el hombre rechaza a Dios, su razonamiento y corazón se entenebrecen no pudiendo pensar bien. El corazón del incrédulo es necio por haber abandonado la sabiduría de Dios, aunque piense que es sabio. El resultado es un cambio tremendo: la gloria de Dios es sustituída por la imagen de criaturas; es como si Dios no fuera nada más que una criatura. Y la necedad toma cada vez más la forma de algo inferior: hombre, aves, cuadrúpedos y reptiles. b. En segundo lugar Dios castiga el pecado, abandonando al hombre a pecados perversos. Él los entrega a abusos de sus propios cuerpos a través de relaciones sexuales con el mismo sexo. El hombre se hunde al nivel de los animales, tanto en su adoración como en su comportamiento moral. La `retribución' y castigo por deshonrar a Dios es la deshonra de sí mismo (v. 27). El castigo al "no aprobar" los consejos del Señor, es que Dios les entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen. Con un juego de palabras (aprobar-reprobar), Pablo muestra que esto es el resultado del pecado cuando la gente se cierra a la adoración a Dios. Entonces viven una vida censurable, no solamente con respecto a la vida sexual, también concerniente a la vida total en todas sus expresiones, en las cuales se revela sobre todo la maldad del pecado, tanto en lo que respecta a Dios como al prójimo. El pecado es robar a Dios la reverencia y al hombre su vida, su honra y su felicidad. El pecado según la descripción de Pablo es falta de amor, respeto y de misericordia (vv.29-31). El pecador sabe en su interior que tal vida pecaminosa merece la muerte, sin embargo, no solamente vive en toda maldad, sino que también apoya a los que la cometen (v.32). * El hombre, en su perversidad y rechazo a Dios, degenera en un animal; un animal gregario. Por eso necesita el evangelio de la pura gracia. Síntesis aplicativa de temas importantes 1. En el evangelio, Dios nos llama al conocimiento de su Hijo para vivir en fe y obediencia. El evangelio son las buenas nuevas acerca de Jesucristo; mediante su muerte y resurrección, Dios nos restauró a la comunión con Él. No obstante, pese a la grandeza y la necesidad de esta obra, ella abarca aún más. El evangelio es el camino por el cual aprendemos a obedecer a Dios por la fe, mientras que el fin último de éste es que se manifieste la gloria de Dios. En nuestro evangelismo hemos de tener presente este mismo fin, la salvación de mucha gente para la gloria de Dios. El crecimiento de la iglesia nunca debe ser un fin en sí mismo, ni mucho menos la gloria de nuestro nombre personal o denominacional. 2. Nunca llegaremos a ser tan espirituales que no necesitemos de la comunión con los demás hermanos. Pablo quería visitar a la iglesia de Roma por varios motivos, entre ellos: para poder alcanzar desde allí al resto del mundo conocido, pero también para tener un encuentro fraternal con los miembros de la iglesia. Quería entregar lo mejor de sí mismo como apóstol, pero también necesitaba ser fortalecido en su vida con Dios por la fe de los hermanos. Los predicadores deben tener la misma actitud: estar abierto a lo que Dios les quiere entregar por la fe y testimonio de otros. 3. El evangelio es un mensaje único: nos libera de la ira de Dios en una manera en que Dios nos justifica permaneciendo Él mismo justo. Es un mensaje poderoso, ya que salva a los perdidos. Es un mensaje que se obtiene por la fe. "La fe es la mano que recibe lo que Dios promete". De un evangelio tan hermoso no tenemos que avergonzarnos. Todo lo contrario, prediquémoslo en el poder del Espíritu Santo. 4a. Toda mala relación entre los seres humanos es el producto que nace de una mala relación con Dios. El apóstol Pablo dice que la ira de Dios está dirigida en primer lugar a los hombres impíos, aquellos que deciden rechazar abiertamente a Dios. Este quiebre en la relación con Dios desemboca en diversos males, siendo uno de ellos la gran injusticia que impera en nuestra sociedad. Es obvio pensar que si el hombre se desentiende de su deber de adorar al Creador omnipotente, luego no tendrá escrúpulo alguno para hacer mal a su prójimo. Es así como también dentro de la iglesia local podemos encontrar a gente impía, que revela su real condición ante Dios por albergar deseos malignos en contra de algunos hermanos. Podemos pensar entonces que si una iglesia vive envuelta en conflictos internos es porque quizás sus miembros no están practicando la verdadera piedad que es honrar a Dios con todo el ser. 4b. Muchos teólogos han deducido de este capítulo un conocimiento natural de Dios. Pablo no enseña aquí que a través de la creación se puede alcanzar un conocimiento necesario de Dios, no requeriendo de la luz de la revelación especial. A lo que Pablo se refiere es que la forma en la cual Dios se reveló a través de sus hechos, su creación, era suficiente para que el hombre no se disculpara al no dar gloria a Dios. Es culpable, pues la creación nos muestra que el Creador es mucho más que su creación. La idolatría moderna no es muy diferente: el hombre adora a sus ídolos (seres humanos) y a la materia, y no tiene interés en la gloria de Dios. 4c. Actuemos con misericordia frente a los que luchan contra sus pecados. Si Pablo habla de actos sexuales ilícitos como la homosexualidad, hemos de tomar en cuenta que estos pecados los relaciona con el castigo de Dios sobre aquellos que no le han glorificado. Por otra parte, no olvidemos que hay hermanos que luchan contra este pecado u otros pecados. Nunca alcemos nuestras voces para juzgarlos apresuradamente, sino que prestémosles ayuda a través de la oración y la misericordia activa. Romanos 2 1. (2,1-16) En el capítulo anterior hemos visto que Pablo considera el evangelio como "poder de Dios para salvación"; la importancia del evangelio radica en que nos libra de la ira de Dios; Pablo dice en 1,18: "Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad". Los apósto¬les siempre advirtieron a la gente de la ira venidera (Hechos 10,42; 17,31). Esto no lo hacían como método de intimidación, todo lo contrario, como una realidad ante la cual el evangelio tiene una hermosa respuesta. Desde 1,18-1,32 Pablo explicó que Dios castiga los pecados de los gentiles, entregándolos a la inmundicia y degradación. Por ejemplo, pecados en el terreno sexual y la idolatría (= hacer que la criatura sea Dios). Dios castiga y va a castigar los pecados para el juicio final. A. El juicio de Dios es inevitable (1-4) En el cap. 2, Pablo declara que Dios castiga todas las formas de pecados, no sólo los de los gentiles que viven en pecados perversos, sino también de aquellos que son moralistas y pretenden vivir mucho mejor. También tiene en mente a los judíos. Había mucha gente que estaba de acuerdo con Pablo en cuanto al comportamiento de sus contemporáneos, juzgando sus vidas. Sin embargo, Pablo quiere decir: "No digas demasi¬ado rápido `amen'", como lo hacía esta clase de gente. Si uno piensa que por considerarse mejor que el resto, escapará en el último día, se está equivocando. Por eso Pablo dice `oh hombre', si juzgas a los demás, esto no te salva, "pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo, porque tú que juzgas haces lo mismo". El que juzga a otros debe estar seguro que no está cometiendo exactamente el mismo error. Porque, si hacemos lo mismo, sufriremos el mismo juicio. "Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad de lo que hemos hecho". Aquí Pablo recuerda que el juicio de Dios es diferente del juicio de los hombres. Podemos pensar que nuestro juicio es apropiado y nuestro veredicto justo, sin embargo, el juicio de Dios es según nuestra actitud real. Él nos da lo que merecemos; no nos trata de acuerdo a nuestras normas y criterios, sino que conforme a su justicia. Tampoco podemos escapar del juicio de Dios recurriendo a su amor, sin arrepentirnos. "¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?" Si decimos sin arrepentimiento: "Dios es amor, no nos castigará", es abusar de su amor; un menosprecio de su bondad, de su paciencia y de su indulgencia. Porque la pacienci¬a y la indulgencia de Dios no significan que Él desiste de castigarnos, sino que nos brinda la oportunidad de convertirnos a Él (comp. 2 Pedro 3: "El es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimien¬to"). B. El juicio de Dios es justo (5-11) Es muy peligroso abusar del amor de Dios, porque es seguro que Él pagará a toda la gente por lo que ellos merecen. Abusar del amor de Dios es negar la buena oportunidad de poder convertirse a Él, es negar la riqueza de la bondad de Dios, y en vez de eso atero¬sar ira para el día de la ira. Porque Dios pagará: "Vida eterna a los que, perseverando en hacer bien, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia". Pablo no predica aquí la vida eterna por medio de las buenas obras, pues él no habla aquí de la salvación por gracia, sino que quiere sólo decir que Dios es justo y no da la vida eterna a los pecadores que abusan de su paciencia y amor. Si esperamos escapar del juicio apoyándonos en nuestra correcta conducta, caminamos por un callejón sin salida. Toda la gente necesita de la gracia de Dios, y Él no hace diferencia. Los gentiles no reciben castigo solamente porque son gentiles, y los judíos no reciben la vida eterna sólo por ser judíos. "No hay acepción de personas para con Dios". C. El juicio de Dios es imparcial (12-16) Paulatinamente, Pablo se dirige cada vez más a los judíos. Ellos partían de la idea que eran diferentes puesto que tenían la ley de Dios y por tanto recibirían un trato especial. Pablo refuta este argumento diciendo que es verdad: los gentiles que no tienen la ley perecerán sin ley, pero tenerla simplemente (de lo cual se jactaban los judíos) no es garantía de salvación, al contrario aumenta la responsabilidad en el juicio, y ello: "Porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley los que serán justificados". Una vez más, Pablo no predica la salvación por obras, sino que se pone en la posición de los judíos. Si piensan que se salvarán por tener la ley, se equivocan. Si pretenden guardarla y se empeñan en eso, perecerán igualmente, puesto que todos deben saber que no existen hacedores de la ley; por eso todos necesitan de la gracia de Dios. Por Jesucristo, Dios juzgará al mundo y Él nos conoce hasta lo más íntimo de nuestro ser. 2. (2,17-29) Tú que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Pablo quiere hacernos ver cuán necesaria es la obra de Jesús y la fe en Él; fuera de Él no hay más que ira de Dios para todos, sin excepción: judíos y gentiles, también cristianos. Por eso necesitamos el evangelio, porque es ¡poder de Dios para salva¬ción! El apóstol se dirige a los judíos. Ellos pensa¬ban que el mensaje de Pablo no se aplicaba a sus vidas. Como judíos consideraban que tenían tantas ventajas, que no necesitaban de este mensaje. Pues, ¿cuáles eran sus ventajas? Ellos tenían la ley de Dios, conocían su voluntad, sabían como debían vivir. Por eso, eran guías de ciegos e instructores de indoctos. Por tanto deducían ellos, que Pablo no podía decir nada negativo de los judíos, ya que éstos era muy privilegiados. ¿Cuál era el peligro para los judíos? El peligro es el de no aplicar la palabra de Dios a nuestra propia vida: "Tú que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?". Por medio de la enseñanza de la palabra de Dios, fácilmente se puede acusar a otras personas, pero no a sí mismo. Tal modo de proceder es peligroso. Por eso Pablo dice: "Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adúlteras?" (Y sabemos que Jesús dice que podemos adulterar en nuestro corazón). "Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio?" Los judíos abominaban los ídolos, pero no les desagradaba el robar en los templos paganos. En una palabra: ellos predicaban pero no practicaban. Por medio de su conducta ellos deshonraban a Dios. De esta manera el nombre de Dios era blasfemado entre los gentiles. La última arma de los judíos: la circuncisión Los judíos podrían objetar: "Pablo, usted nos acusa, y por lo tanto necesitaríamos el evangelio como los gentiles, pero usted a olvidado que somos el pueblo de Dios; ¡estamos circuncidados!; tenemos el sello del pacto de Dios; es seguro que entraremos en el reino de Dios". Pero la circun¬cisión no salva. Es necesario preguntarse: ¿Cómo es la vida, cómo son las obras? Sin una vida conforme a la ley de Dios, la circuncisión no salva. "Tu circuncisión viene a ser incircuncisión". Al contrario, cuando los gentiles (sin circuncisión) viven con¬forme a la ley de Dios, su incircuncisión será tenida como circuncisión. Pablo no quiere decir que vivir conforme a la ley de Dios es realmente posible, sino por decirlo así. La circunci¬sión no salva sin una vida conforme a la ley de Dios. En un sentido: sí hay personas que en sus principios de vida ya viven conforme a la ley de Dios, sin circuncisión, pero con la del corazón. Eso es la conversión a Dios por medio de su Espíritu Santo en la que Él nos restaura a la imagen de su Hijo. Esa es la verdadera circuncisión. Por demás está decir que la circuncisión por sí misma no salva. Todos necesitan el evangelio de Jesucristo: la salvación por medio de su sacrificio expiatorio. Síntesis aplicativa de temas importantes 1a. A menudo nos enojamos mucho contra los pecados de otras personas. A veces nos hacemos culpables de los mismos pecados que condenamos en otros, tal como en el caso de David después de haber cometido adulterio con Betsabé. Cuando el profeta Natán le dijo: "Tu eres aquel hombre," David no se daba cuenta que había procedido mucho peor que el rico de la parábola. ¡Increíble, pero David no lo veía! Pero no lo digamos demasiado rápido, porque somos iguales. Eso ocurre también muchas veces con nosotros: condenamos a la gente y nos irritamos cuando escuchamos que otros no quieren perdonar a sus semejantes, ¿pero nosotros no caemos en el mismo mal? Probablemente nos irri¬temos con una persona que se porta mal en el tránsito, ¿pero nuestra conducta es siempre correcta? 1b. ¿Admiramos el amor de Dios que aún no ejecuta su juicio definitivo sobre el pecado, o jugamos con él? ¿Decimos: ¡oh Señor, qué bueno eres tú, que no me has castigado, pero me das la oportunidad de vivir por la fe!, ¿o damos ésto por sentado sin arrepentirnos? Si Dios ha prolongado su tiempo de gracia para la humanidad es a fin de mostrar cuán paciente es para con el pecador. Pero algunos peligrosamente creen que le es posible al hombre vivir su vida como quiera, pero que en el último instante de su existencia puede pedir perdón a Dios, y así tener vida eterna. Mas para quien piensa de este modo, sólo se engaña pues nadie puede manejar la paciencia de Dios, que detiene su juicio sobre esta tierra, creyendo que ella es licencia para pecar. Ahora es el tiempo para que todos los hombres, incluso los que pretenden vivir una vida moralmente elevada, acudan a Cristo, ya que fuera de Él solamente se hallarán culpables y sentenciados a muerte eterna. Alabemos a Dios, quien en su misericordia todavía prolonga el tiempo de gracia para que el hombre se arrepienta y le busque sinceramente. 1c. Tenemos el gran privilegio de conocer tanto la ley de Dios como el evangelio. ¿Apreciamos todas las bendiciones de Dios en su justo valor, de modo que nazca en nosotros un gran amor hacia Él a causa de su gracia? Ser privilegiado aumenta altamente nuestra responsabilidad. Los judíos pensaban que el simple hecho de ser poseedores de la ley de Dios era una señal irrefutable de que eran hijos de Dios y por tanto herederos de la vida eterna, pero el tener escrita la voluntad de Dios aumentaba su responsabilidad. Sería un grave error para los creyentes que comenzasen a jactarse de que tienen la revelación de Dios, y que cada domingo la escuchan en la predicación pensando que por ello son salvos. Tener la revelación de Dios es un privilegio sin igual, pero el sólo hecho de tenerla no nos asegura la vida eterna; sólo el obedecerla a través de Espíritu Santo puede librarnos de la ira venidera. 2a. ¿Qué perfecciones de Dios reflejamos a través de nuestras vidas? Sobre todo para aquellos que estudian la Biblia meticulosamente y la enseñan a otra gente, deben preocuparse de hacer práctico lo que ellos mismo están aleccionando. El peligro es que nos olvidemos de aplicar la palabra de Dios a nosotros mismos. Por eso: ¿Cómo leemos la Biblia? ¿La aplicamos primeramente a nuestras propias vidas? 2b. Un mal ejemplo de vida cristiana dificulta el trabajo evangelístico. ¿Por qué evangelizar se torna a veces tan difícil? Porque la gente dice: "Cuando yo veo a los miembros de la iglesia, ¿qué atractivo tienen? Creo que muchos de ellos son hipócritas, ya que no viven con¬forme a lo que predican. Hablan del amor, ¿pero dónde está su amor? No observo en sus vidas que ellos sean diferentes a nosotros". Lo dicho es una pena, en el fondo es invalidar para la gente la poderosa Palabra del Señor con una mala conducta. 2c. No somos hijos de Dios por nuestra identidad eclesiástica, sino por la fe en Jesús. Podemos descansar demasiado en las bendiciones como ser bautizados, ser miembros de una iglesia, o trabajar en la obra de Dios, pero nada aparte de la fe en la obra salvadora de Jesús nos da la salvación. Todos necesitamos al Señor Jesús. Cuando la Palabra ha producido un cambio real en la vida de un hombre, entonces ahí nace un verdadero judío circuncidado en su corazón. Romanos 3 1. (3,1-8) Objeciones de los judíos Primera objeción: La enseñanza de Pablo mina los privilegios concedidos a los judíos Tenemos que recordar que el apóstol Pablo está orgulloso del evangelio, porque es poder de Dios para salvación. Necesi¬tamos el evangelio, "porque la ira de Dios se revela desde el cielo" (1,16 y 18). En el capítulo 2, Pablo dijo que también los judíos necesitan el evangelio. En este cap. él refuta las objeciones que son presentadas en contra de sus palabras. Cuando todos sin excepción, gentiles y judíos, están bajo la ira de Dios, ¿cuáles son entonces los privilegios de los judíos? Si la circuncisión no es una protección, entonces ¿cuál es su valor y cuál es el privilegio de los judíos? "Primero...", dice Pablo. Esper¬aríamos que Pablo se refi¬riera a varios, sin embargo él hace alusión a tan sólo uno; pero este privilegio es tan grande que no es necesa¬rio referirse a otros. ¿En qué consiste este privilegio? Que les ha sido confiada la Palabra del Dios. No obstante, Pablo hace ver que la circuncisión (el sello del pacto) más que una protección es una gran responsabilidad. La palabra de Dios contiene sus promesas, sus mandamientos, la declaración de la elección del pueblo de Israel y de su amor. Pero también, lo que es de mayor trascendencia: las Sagradas Escrituras son la voz viva de Dios, el medio por el cual se dirigió a los judíos. Pero, ¿qué han hecho con ella? Segunda objeción: ¿la fidelidad de Dios no es cancelada? "¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? Su incre¬dulidad (griego: apistia) habrá hecho nula la fidelidad (griego: pistis, nótese el juego de palabras) de Dios?". Si entendemos esta pregunta de parte de los judíos para contradecir a Pablo, podemos interpretarla así: si Dios ya ha cumplido su promesa acerca del Mesías al haber enviado a Jesús y nosotros, judíos, no le creemos, ¿no significa que esta incredulidad ha anulado la fidelidad de Dios al no darnos fe en Jesús, el supuesto Mesías? Entonces, ¿no es mejor creer que el Mesías todavía no ha llegado? La respuesta de Pablo es: "De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso". Con dos citas de la Escritura (Salmo 116,11 y 51,4) muestra que siempre ha sido así: todo hombre (también el israelita) es mentiroso, pero Dios sigue siendo justo y fiel a su Palabra, aunque las apariencias estén en contra de Él. De modo que no porque alguno no tenga fe en Cristo la fidelidad de Dios deba ser anulada. Su palabra sigue permaneciendo eficaz; Él mantiene sus promesas a los creyentes, y sus amenazas a los incrédulos. Tercera objeción: ¿Dios no actúa con injusticia al castigarnos? La justicia de Dios es resaltada también cuando Él juzga al mundo. ¿Tenemos que decir por ésto, que Dios es injusto cuando castiga? De ninguna manera, porque eso significaría que Dios no podría juzgar al mundo. Este argumento dice lo siguiente: si Dios también recibe gloria cuando juzga a una persona (porque su justicia es exaltada de esa manera), luego ¿es justo que Él castigue? ¿Da castigo para resaltar su justicia? ¿Es esto honrado? Este es un argumento muy ingenioso para ridiculizar a Dios y su juicio. Pablo no va a explicar su refutación, solamente dice que por medio de este argumento Dios no podría juzgar al mundo, pero es cierto que puede hacerlo. Cuarta objeción: La enseñanza de Pablo contribuye en forma falsa a la gloria de Dios Si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios y Él recibe gloria por medio de nuestros pecados, entonces surge la pregunta: ¿no sería mejor vivir en los pecados? Esto es precisamente lo que la gente atribuye a Pablo como si él dijera: "Hagamos males para que nos vengan bienes". Pero eso sería una ofensa contra Dios. Él tiene el derecho de recibir gloria de parte nuestra y no una vida inmersa en el pecado. * Dios es justo cuando castiga el pecado. Los privilegios no nos protegen del castigo, sino que aumentan nuestra responsabilidad. 2. (3,9-20) Todos, judíos y gentiles, están bajo la ira de Dios En resumen, Pablo afirma enfáticamente que tanto los judíos como los gentiles están bajo la ira de Dios. Los privilegios de los judíos no los hacen mejores, puesto que todos necesitan el evangelio de la gracia de Dios. Pablo aclara esto por medio de unos versículos del Antiguo Testamento. A través de estas citas muestra que el carácter del pecado, es: a. Impiedad. Nadie busca a Dios (11); no hay temor de Dios (18). La gloria de Dios no es el centro de nuestras vidas. b. Perversidad. Según los versículos 13-17 la gente peca con la garganta, la lengua, los labios y la boca. Hablan toda clase de corrupción, engaño, veneno y maldiciones amargas. Su caminar sólo se aventura a la violencia y no a la paz. Todo el mundo es acusado. Estos versículos no hablan solamente de los gentiles, sino también de los judíos. "Pero sabe¬mos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios". Los judíos no son una excepción. La ley (en el v.19 se refiere a todo el AT) se dirige en primera instancia a ellos; por tanto la sentencia del v. 19 está dirigida a ellos. Así se ve claramente que ningún ser humano será justificado delante de Dios. ¿Cuál es ahora el significado de la ley? Tiene otro sentido. De ninguna manera nos dice que en guardarla seremos salvos. La ley nos revela nuestros pecados. Sobre todo la gente que quiere someterse a la autoridad de la ley, conocerá la grandeza de sus pecados; y verá cómo ella (la ley) quebranta la soberbia humana. De esta manera la ley abre el camino para la acción del evangelio, que no exige, sino que da, no condena, sino que absuelve. ¿Vemos en la Ley de Dios reglas para cumplir o el espejo que nos dice quienes somos? 3. (3,21-31) a. 21-24: "Pero ahora" Pablo ha argumentado que todos están bajo el poder y la condenación del pecado. Por eso dice: "Hemos acusado a judíos y a gentiles", ya que ambos viven en los pecados; los judíos no pueden decir que por tener la ley no recibirán el castigo de sus pecados, "porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados (2,13). Y por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante Dios, porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado (3,20)". Entonces: El evangelio es el único camino hacia la salva¬ción; sin él no hay esperanza, solamente deses¬peración. "Pero ahora". Estas palabras, son palabras llenas de gracia; abren la puerta hacia la salvación. Mejor dicho: Dios abre, por medio de ellas, la puerta hacia la salvación. (Compare Efesios 2,3 y 4: éramos ... hijos de ira... pero Dios, que es rico en misericordia...). Gracias a Dios hay un camino hacia la salvación; es por eso que "Aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios". Es decir: Dios sigue siendo justo, a pesar de que nosotros no cumplamos la ley, ya que Él ha provisto el medio para hacerlo. La salvación de pura gracia no es un c¬a¬m¬ino en contra de la ley, como dice más adelante (31). La ley y los profe¬tas testifican de este camino. Es una salvación muy especial: ¡por Cristo Jesús! Él es la solución de Dios para nuestros peca¬dos, porque Él los cargó en la cruz del Calvario. Esta gloriosa verdad se extiende a gentiles y judíos; a todos los creyentes, sin excepción. "Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituídos de la gloria de Dios (3,23)". No hay nadie que refleje en su conducta la gloria de Dios. Sin embargo, hay una salvación que es gratuita, no tenemos que pretender pagarla con nuestras obras pues de esa manera insultamos la gracia de Dios. Éramos esclavos de los pecados y del diablo, pero ahora somos libres mediante la redención que es en Cristo Jesús. El nos compró con su sangre preciosa la cual derramó en la cruz del Calvario. b. 24-26: La obra de Jesús "A quien Dios puso como propiciación"(25). Esa es la gran obra de Jesús, no solamente mostró el amor de Dios, sino que además fue casti¬gado por nuestros pecados. De esta manera nos ha reconciliado con su Padre. Pero no olvidemos que el Padre nos ha dado a su Hijo. Es decir: el Padre exige el sacrificio y al mismo tiempo nos da el sacrificio. Eso es suficiente. La aplicación de la obra de Cristo a nuestras vidas sólo se alcanza por fe, mediante la cual decimos que no podemos ser justificados de otra manera que por su sangre preciosa. ¡La fe cristiana está fundada en hechos! "Dios puso a Jesús como propiciación". Es decir, Él presentó a Jesús al mundo. Los hechos de Jesús no ocurrieron en un lugar oculto. Dios mostró su justi¬cia castigando a Jesús y salvando a aquellos que creen en su obra expiatoria. A causa de esta obra, Dios ha pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, sabien¬do que su Hijo moriría. De esta manera Dios es justo y es el que justifica al que es de la fe de Jesús. c. 27-31: La jactancia queda excluída El camino de nuestra salvación pertenece únicamente a la obra de Dios y de su Hijo Jesús. Por tanto nuestras obras están excluídas completamente. Todo el mundo está bajo la ira de Dios, lo que nos deja sin base alguna para jactarnos. Si somos algo ante nuestros propios ojos, es porque no conocemos el peso de nuestros pecados. Jesús no vino a este mundo sin razón alguna: Él cargó con nuestros pecados y sufrió el castigo divino por ellos, tomando nuestro lugar. El único motivo de jactancia es en Dios y en Jesús. ¿Este camino no está en contra de la ley? No, de esta manera confirma la ley, en vista de que la ley pide obediencia total, la cual Cristo cumplió; la ley pide castigo de los pecadores, el que Cristo recibió. Y nosotros no queremos abandonar la ley, sino vivir conforme a la ley; sin embargo, no por medio de nuestra fuerza sino por medio del Espíritu Santo. * Jesús hizo lo que nosotros nunca hubiésemos podido hacer: llevar nuestra culpa. Eso es el `cambio alegre'. ¿Experimentamos su alegría? Síntesis aplicativa de temas importantes 1a y 3. Mientras más privilegios poseamos, mayor se hace nuestra responsabilidad. Los hombres no pueden descansar sobre los privilegios eclesiásticos, como si ellos fuesen garantía de salvación. Los creyentes no se salvarán por tener una Biblia, sino por confiar y obedecer al Dios de la Biblia, quien en su Palabra nos muestra la bancarrota total del hombre ante Él. 1b. Mucha gente va a discutir con Dios y contra Dios. Pablo nos enseña que no podemos discutir con Dios, pensando triunfar sobre Él. Es mucho mejor inclinarnos ante el Señor con humildad, que enfrentarlo a un duelo en el que de seguro seremos derrotados. 1c. La fidelidad de Dios no es afectada por la mala conducta de algunos que dicen ser creyentes. Es una realidad que muchos de los llamados cristianos no viven conforme a la Palabra de Dios, al contrario, son motivo de gran escándalo. ¿Pero este hecho pone en tela de juicio la veracidad de Dios? De ninguna manera, ya que la Palabra de Dios no depende de la conducta de los creyentes para ser veraz: ella es verdadera porque es la Palabra de Dios. Pero que nadie se equivoque: a su debido tiempo el incrédulo que vive dentro de la iglesia será juzgado por Dios, y el creyente verdadero recibirá recompensa de vida eterna. 2. La ley de Dios revela al mundo, sin excepción, su miserable condición. Nunca podemos llegar a la salvación por medio de ella. Desde luego, podemos decir más de la ley: ella es también la norma por la cual Dios nos enseña cómo vivir una vida de agradecimiento por su misericordia. Sin embargo, su primera función es demostrarnos que todos somos pecadores, y por ende sometidos a la ira de Dios sobre nuestra vida. A través de la ley Dios quiere lograr que nos humillemos ante Él para que busquemos su gracia en Jesucristo. 3a. Las palabras "Pero ahora" nos brindan gran consolación. Si sufrimos tentaciones en la fe y el diablo nos dice: "Tú no eres hijo de Dios", podemos responderle que está escrito: "Pero ahora". Yo sé que soy pecador, pero, hay un camino al cual se accede por la fe dada por el mismo Dios, para rescatarme de mis pecados por los que merezco la condenación eterna". Ese camino se llama Jesucristo, quien por medio de su sacrificio expiatorio nos justifica delante del tribunal de Dios. 3b. Jesús es la respuesta del Padre a nuestra culpa. Él sigue siendo justo, ya que castigó nuestra culpa en Él. Es así que podemos ser libres y alegres. Ahora medite en la pregunta: ¿Por qué es difícil y fácil creer en la justificación? 3c. Lutero llamó a la justificación, `el cambio alegre', en donde Jesús cambia con nosotros de lugar. Él se carga con nuestra culpa mientras que nosotros recibimos su perfecta obediencia y el fruto de su sacrificio: el perfecto perdón de Dios. Este cambio alegre se aplica a judíos y gentiles juntos, para toda la gente que tiene fe en Jesús. ¿Nos llena verdaderamente esto de gozo y alegría? Romanos 4 El evangelio no es una nueva doctrina. 1. (4,1-8) Abraham no fue justificado por las obras En este capítulo, Pablo aclara que el evangelio que predica no es una doctrina nueva, como los judíos pensaban; él menciona dos nombres muy importantes para los judíos: Abraham, "el padre" del pueblo de Israel (nuestro padre según la carne, es decir, nuestro antepasado) y David, el gran rey de Israel. Pablo muestra que los dos no fueron justificados por medio de las obras, sino por la fe. Si Abraham hubiese sido justificado por las obras, tendría motivos para enorgullecerse, pero no para con Dios. Ante los ojos de los hombres Abraham podría ser famoso, tal como lo era para los judíos, pero no ante Dios, ya que nadie es perfecto ante su juicio divino. Abraham tenía fe, pero era aquella fe que recibía la gracia de Dios. De lo que recibimos no podemos jactarnos, porque es un regalo que no teníamos derecho de recibir. "Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia". Abraham siempre creía en lo increíble. Así también es la justificación por la fe, creer en lo increíble: la justificación del impío. Esta es una frase muy hermosa que expresa la grandeza del amor de Dios. Ante Él, todos somos en un sentido `impíos'. No obstante, en su infinita misericordia declara justo al impío. De esta salvación dijo David: "Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, o cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado". En vez de abonar nuestras transgresiones y fallas en nuestra cuenta, Dios las perdona. * La salvación es una maravilla: Dios declara justo al impío debido al sacrificio de Jesús. 2. (4,9-12) La circuncisión no fue la base para que Dios justificara a Abraham Los rabinos decían que la bienaventuranza del Salmo 32 se aplicaba única y exclusivamente a los judíos. Pablo muestra, a través de la vida de Abraham, que ésto se aplica también a los gentiles, cuando creían en Jesús. ¿Cuándo dice la Escritura que la fe de Abraham fue contada por justicia? "¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? En la incircuncisión", muchos años (29, dicen los rabinos) antes de su circuncisión. Por eso la palabra y la promesa de Dios se aplican también a los gentiles que no tienen la circuncisión. En este tiempo, quizás suene muy natural decir que el evangelio también es para nosotros, pero para los judíos no era evidente. El evangelio dice que nuestro Señor nos busca en nuestros pecados a todos. Por eso, Pablo no ahorra esfuerzo para explicar que el mismo padre de la fe, Abraham, entró en una relación de amistad mediante la justificación, antes de ser circuncidado. Para decirlo de otra manera: ya cuando era `pagano'. Su circuncisión no era la base de su justificación, sino el sello de la nueva relación con Dios. Entonces, Abraham recibió dos dones de parte de Dios: la justificación y la circuncisión (nótese, debe mantenerse este orden). Por esa razón, Pablo puede llamar a Abraham "el padre de todos los creyentes no circuncidados", haciendo referencia con esto a los creyentes del mundo gentil. Para ellos la circuncisión no es necesaria para su justificación. Es la fe, la que cuenta como instrumento para recibir el perdón de Dios. Por otro lado, Abraham es también padre de la circuncisión (=los judíos, o mejor dicho: los creyentes de los judíos), de aquellos que no sólo tienen el sello del pacto, sino que también andan en la misma fe que Abraham tuvo antes de ser circuncidado. Una vez más, Pablo destaca la importancia de la fe para que no descansemos en los `privilegios' sin una relación viva con Jesucristo. El ser o no ser circuncidado nunca debe romper la relación entre judíos y gentiles si tienen la misma fe. * Los privilegios religiosos no nos salvan, sino sólo la fe en el perdón de Dios por medio de Cristo. 3. (4,13-17a) Abraham no fue justificado por medio de la ley Si no hay salvación por las obras ni por la circuncisión, tampoco la hay por la ley. Nuevamente Pablo nos muestra esto, pero ahora a través de la vida de Abraham; un ejemplo tan importante para los judíos. La promesa para Abraham y su descendencia -Pablo probablemente tenga en mente otra vez el pasaje de Génesis 15 en donde se nos habla de la promesa de Dios acerca de la tierra prometida -llegó sin condición previa que él tenía que cumplir. En cuanto a la salvación, ahora hay dos `opciones': a. Conseguir la vida eterna por (guardar) la ley. Sin embargo, en esta opción no se logra la finalidad de la vida eterna, puesto que nadie es capaz de cumplir la ley. Entonces, la consecuencia inmediata es: la anulación de la promesa (la posesión de la tierra de Canaán), no habría jamás podido entrar a la tierra de Canaán. Por tanto el camino de la ley no tiene salida. Pues, ¿qué hace la ley? Produce ira; muestra que nuestra vida tiene errores, o aún más grave: nos declara transgresores por haber quebrantado la obediencia a Dios. La ley pertenece a otra categoría, a la de obras (que no hay) y a la de la ira de Dios. No concuerda con la categoría de fe y salvación, no nos lleva ni un paso adelante. Si no hay ley, es decir: si Dios no llegó a Abraham con el modelo de salvación por medio de la ley, tampoco hay transgresión. Desde luego, Pablo no quiere decir con esto que no habían pecados en la vida de Abraham, sino que Dios no le impuso la ley para ser salvo, de modo que tampoco transgredió esta ley ni provocó la ira de Dios. b. La segunda opción para obtener la salvación es la fe. Dios vino a Abraham trayendo la promesa, fe y salvación, lo opuesto de la ley, que trae transgresión e ira. La importancia de esto es que Abraham llega a ser padre de todos, ya sea de aquellos que no han sido circuncidados ("la descendencia que es de la fe") y de los que sí han recibido este sello ("la que es de la ley", es decir, los que han recibido la ley de Dios: los judíos). Todos los creyentes son uno y descienden de Abraham y son herederos de la misma promesa. * El verdadero pueblo de Dios es aquel que desciende del linaje espiritual de Abraham. 4. (4,17b-22) Abraham fue justificado por la fe Ahora, Pablo describe el carácter de la fe. Ella tiene la fuerza de creer en lo imposible. Como Abraham: "El creyó en esperanza contra esperanza" (18). Contra todo lo que humanamente era irrealizable: "Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto, o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios (19-20)". Así es el carácter de la fe, si todo está en nuestra contra, sin embargo, la fe dice: es posible, porque Dios es poderoso, "Él da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen" (17b). La fe descansa en el poder de Dios y en su fidelidad. Este es el carácter de la fe: ¡Dejar que Dios sea Dios! Él bendijo esta fe de Abraham `abonando' en su cuenta justicia, la cual nunca hubiese obtenido por la ley. * La fe toma su fuerza del poder de Dios y de su fidelidad 5. (4,23-25) La conclusión: la aplicación de la fe de Abraham a nuestras vidas El foco de interés de Pablo no se dirige a Abraham, sino a la importancia de la fe de Abraham para la vida nuestra. Podemos ser salvos de la misma manera: por la fe en la promesa de Dios. En este sentido somos aún más privilegiados que Abraham; sabemos de la cruz y la resurrección de Jesús, las cuales tienen una importancia trascendental. Pablo dice de nuestro Señor Jesucristo: "El cual fue entregado por nuestras transgresiones"; no dice: "El que murió", sino: "El que fue entregado (por Dios) para morir por nuestros pecados (comp. Rom. 8,32) y "Resucitado para nuestra justificación". Sin su resurrección, su muerte no tendría significado. La resurrección significa el cumplimiento de su obra y por ende, nuestra justificación, si ponemos nuestra fe en Él. * Las promesas de Dios no pierden su valor, en Jesucristo siguen siendo vigentes. Síntesis aplicativa de temas importantes 1. El evangelio es verdaderamente `buenas nuevas': la justificación del impío. No importa cuán pecadores éramos. Por la fe, exclusivamente centrada en Jesucristo, cualquiera que sea nuestra situación al llegar al conocimiento de Dios, podemos obtener el perfecto perdón de Dios. Es esta una verdad gloriosa que debe ser proclamada a viva voz, ya que mucha gente piensa que para empezar a ir a una iglesia primero debe cambiar su estilo de vida, claro está, con sus propias fuerzas. Pero esto no es posible, ya que justamente tal como somos debemos presentarnos delante del Señor, el cual será amplio en perdonarnos. 2a. ¿Nos gozamos aún en que la salvación se aplica también a nosotros? Los judíos se jactaban cuando pretendían afirmar que las bienaventuranzas de perdón sólo se aplicaban a ellos como pueblo del pacto, pero olvidaban que Abraham fue justificado siendo aún un "pagano" sin la marca de la circunsición en la carne. Con esto Pablo declara que la bienaventuranza de salvación se aplica a todos aquellos que por la fe depositan su confianza en Dios, sean estos judíos o gentiles. Saber esto debe ser motivo de gran gozo para los creyentes, pero ¿cuántos de nosotros hemos perdido el gozo de saber que somos salvos e hijos de Dios? 2b. Al igual que la circunsición, el bautismo es la señal externa del pacto con Dios, pero no la garantía de salvación. Para los judíos la señal del pacto, la circunsición, había adquirido importancia salvífica: nadie se salvará si antes no se circuncidaba, decían ellos. Este era un gran error, ya que la salvación no viene producto de una señal externa, sino de la justificación de Dios. En el cristianismo el bautismo es una señal del pacto con Dios, pero sería una equivocación tratar de darle virtudes salvíficas. Ya sean niños o adultos los que sean bautizados, ambos, a su debido tiempo, deben conocer la verdad espiritual que hay detrás de este acto. 3. Nuestra `buena conducta' no nos lleva a la salvación, sino que produce la ira de Dios, pues nadie puede cumplir la ley de Dios. Los judíos pensaban que por medio de la observancia estricta de la ley les era posible alcanzar de Dios la promesa de vida eterna, pero con ello se alejaban cada vez más de esta dichosa verdad, ya que la ley nos revela nuestra condición pecaminosa y nuestra impotencia para cumplirla. Nadie puede agradar a Dios a través de la observancia de la ley o cumpliendo con normas éticas y morales; la vida eterna sólo se alcanza por medio de la fe en Jesús. Por la misma fe Dios transformará nuestras vidas para que seamos hacedores de su voluntad. 4. La fe es no mirar a las circunstancias, sino contar con las posibilidades de Dios. La fe de Abraham está fundada en el conocimiento que él tenía del poder de Dios y de su
fidelidad a lo que Él había prometido. Para Abraham era ilógico que Dios no cumpliera sus promesas, y que ni tuviera el poder para hacerlo; es por esta razón que a pesar de las circunstancias adversas él siguió confiando en Dios contra todo lo humanamente irrealizable. Esta verdad también la podemos aplicar a la confianza en Dios relativa a nuestra vida diaria, sabiendo que Él puede proveer de una manera extraordinaria. Sin embargo, la podemos aplicar sobre todo a la salvación: pese a nuestra culpabilidad, la salvación es una certeza. ¡Dios abrió el camino hacia su reino! 5. A través de su muerte Jesús adquirió nuestro perdón, pero sólo por medio de su resurrección lo aplicó a nuestras vidas. El modo en el que Dios salva a los hombres no ha cambiado, en él siempre ha existido como base la fe en Dios. Así sucedió con Abraham y con nosotros, aunque nosotros somos más privilegiados pues conocemos a Jesús y su obra de salvación. La muerte de Jesús fue una entrega voluntaria para librarnos de la condenación, pero su resurreccíon fue la aprobación del Padre a la obra perfecta de Cristo a fin de que fuéramos justificados y aceptados como herederos del reino de los cielos. Debemos dar gracias a Dios, quien nos ha dado un Salvador vivo que a través de su Espíritu obra en nuestros corazones, de modo que por la fe nos apropiamos de su perdón. Romanos 5 1. (5,1-11) Las consecuencias de la justificación Es curioso ver que Pablo al final del capítulo 4 cambia de pronombre personal. En 1,16 es `yo', cuando dice: "yo no me avergüenzo del evangelio", en el cap. 2 es `tú', acusando al moralista y al judío; en el cap. 3 es `ellos', diciendo que todo el mundo está bajo la ira de Dios, pero al final del cap. 4 y en el cap. 5 dice `nosotros'. Todos aquellos que han puesto su fe en Jesucristo disfrutan de las mismas bendiciones. Habiendo explicado la necesidad de la justificación (1,18-3,20, el camino de la salvación 3,21-4,25), ahora Pablo habla de los frutos de la justificación. a. El primer fruto es paz para con Dios. Esta paz no se dirige al sentimiento o a la experiencia, si no que nos dice que ya no viviremos más bajo la ira de Dios; que ya no hay enemistad entre Él y nosotros. Jesús consiguió esta gloriosa bendición al llevar nuestras culpas a la cruz, por tanto Él es nuestra paz. b. Tenemos entrada por la fe a esta gracia. La palabra `entrada' significa literalmente audiencia, como la que se permite ante la presencia de un rey. "Entrada a esta gracia" quiere decir, que hemos recibido el privilegio de estar en esta posición de gracia. Podemos permanecer ante la presencia de Dios, puesto que no sólo podemos entrar, sino también estar firmes en esta gracia. No hay manera alguna en que podamos caer de la gracia de Dios. Nuestra posición adquirida por Cristo y recibida por la fe es segura. c. Nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Es la gloria que perdimos a causa de nuestros pecados (véase Romanos 3,24). Nunca más pudimos verla, sin embargo, en Jesucristo, Dios ha restaurada esa esperanza para decirnos que un día podremos verla sin velo. En Jesucristo ya hemos visto algo de la gloria de Dios (Juan 1,14), pero el momento de la plena gloria de Dios vendrá con el retorno de Jesús (Marc. 13,26). d. Nos gloriamos también en las tribulaciones. Esto no significa sólo en medio de las tribulaciones, sino también: sobre o acerca de las tribulaciones. Es sorprendente, pero esto se entiende si nos acordamos que las tribulaciones nos dan más deseo de estar en la gloria de Dios para siempre y nos llevan a una vida de mayor comunión con Él. Por otra parte, las tribulaciones no se refieren a dificultades en general, sino al sufrimiento por la causa de Jesús (comp. Marc. 13,19; Juan 16,33 y Hechos 14,22). A su turno la tribulación produce, primero, paciencia (o perseverancia); no podemos aprender perseverancia sin las tribulaciones. Segundo, la tribulación produce prueba o un carácter maduro. Los sufrimientos hacen que seamos curtidos y que podamos pasar por la prueba. Tercero, esperanza; por las aflicciones dirigimos cada vez más nuestra mirada hacia arriba, hacia la venida del reino de Dios. Esta esperanza no avergüenza, no decepciona. La base de nuestra esperanza está garantizada por el firme amor de Dios, que ya hemos experimentado cuando Él nos dió el Espíritu Santo, el cual derramó este amor en nuestros corazones. Calvino dice: "Este convencimiento (del amor de Dios) no es igual a una pintura, con la que ellos (nuestros corazones) han sido cubiertos, sino que sus almas han sido impregnadas con esto (el amor de Dios)". Cuando llegamos a la fe, recibimos el Espíritu Santo y Él nos dio un derramamiento del amor de Dios de tal forma que hay plena certeza que Dios sigue amándonos. La experiencia, entonces, nos ayuda a estar firmes, pero no es la base de nuestra seguridad. Nuestra seguridad descansa en la misericordia de Dios hecha visible en la obra expiatoria de Jesús aun cuando éramos débiles, impíos, pecadores y aun hasta enemigos de Dios (vv.6,8 y 10). El amor de Dios brilla tanto por el don que nos ha dado (su propio Hijo), como por las condiciones miserables en las que nos encontrábamos. Jesús murió en favor (el griego tiene la palabra `hyper') de nosotros. Cabe la posibilidad en este mundo, que alguno ose morir por otro, siempre y cuando éste sea bueno; pero el amor de Dios es incomparable, ya que nosotros no estábamos en esta condición. Éramos débiles, desamparados, sin posibilidad de levantarnos, impíos, sin temor a Dios; pecadores que no hemos guardado su santa ley. e. Seremos salvos por Cristo. Pablo contrasta 2 veces el pasado con el futuro: 1. "Estando ya justificados en su sangre (en el presente), por Él seremos salvos de la ira" (en el futuro, en el último juicio). Pablo nos hace ver que la salvación -que ya comenzó- es segura ante el tribunal de Dios. Es el día que la Biblia llama el de "día de la ira de Dios" (comp. 2,5 y 8). 2. Nos habla de la salvación por la sangre (= la muerte, pasado) de Jesús y de la salvación por su vida (presente y futuro). Este contraste (expresado por las palabras "mucho más") es empleado para darnos la plena certeza que si Dios ya ha hecho lo más difícil (mandar a su Hijo para morir en favor de impíos), con mayor razón cumplirá la salvación en el día del juicio. f. También nos gozamos en Dios. "Nos gloriamos en Dios"; las palabras que Pablo usó para refutar a los judíos (cap. 2, 17, "te glorías en Dios"), las usa aquí pero de otra forma. No hay orgullo por ser judío, sino vergüenza por haber sido enemigos de Dios. Sólo cuando Dios nos salva existen razones más que suficientes para gozarnos en Él y en su misericordia. 2. (5,12-21) Adán y Cristo: no sirve la comparación; Jesús es Incomparable. 12-14 Adán y Cristo introducidos por Pablo Pablo, habiendo hablado de las más ricas bendiciones que encontramos en Jesucristo, nos explica cómo es posible que tantas personas disfruten de la bendición que otorgó la obra de una sola persona. Además, le gusta al apóstol hacer comparaciones para mostrar la superioridad absoluta de Jesús. Por esta razón compara a Adán con Jesús. La semejanza es que Adán, al igual que Cristo, es "cabeza del pacto". Lo que hizo Adán no lo hizo como individuo, sino como cabeza del género humano. En otras palabras, como nuestro representante. Es decir: su actividad pecaminosa trajo consecuencias para todos nosotros: "El pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte". Como nuestro representante pecó y nosotros en él también, Pablo dice: "Por cuanto todos pecaron". Es verdad que existe una diferenciación entre el pecado de Adán y los pecados del genero humano antes de la ley; los últimos no pecaron a la manera (= en el mismo `nivel') de la transgresión de Adán, pecaron de otra forma: sin ley, es decir, sin ley escrita, aunque la tenían en sus corazones. Sin embargo, no fueron castigados de la misma manera que Adán, aunque igual eran culpables. No obstante, "todos pecaron" (en Adán como nuestro representante y después en su propias vidas). Esto se ve claramente, puesto que "la muerte reinó desde Adán (también) hasta Moisés". Una frase del v.12 que se acerca más al original es: "Es evidente que todos pecaron por el hecho que la muerte pasó a todos los hombres". 15-17 Tres diferencias entre Adán y Cristo a. Adán destruyó, Jesús restauró De una manera determinada, Adán es tipo o antitipo de Jesucristo. Sin embargo, no sirve bien la comparación. Lo que hizo Jesús es mucho más grande de lo que hizo Adán: sanar es más difícil que enfermarse, romper un jarrón es más fácil que repararlo. Eso es justamente lo que hizo Adán (destruir) y lo que hizo Jesús (restaurar). Por causa de un hecho de Adán pasó la muerte a todos los hombres, sin embargo, el don de Dios en Jesucristo sobresale por sobre este hecho, ¡Él da a los creyentes la vida eterna! "Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo" (v.15). b. El `don' de Adán es la condenación; el regalo de Cristo, la redención No solamente hay diferencia entre `el don' de Adán (la muerte) y el regalo de Cristo (la vida eterna), sino también entre el pecado de Adán y la gracia de Dios en Cristo. Por medio de un solo pecado vino la condenación. Cristo, sin embargo, tenía que triunfar sobre muchas transgresiones, ¡y lo hizo! c. Por Adán reinó la muerte; por Cristo pueden reinar todos los que son de Él Hay una tercera diferencia: por causa del pecado de uno solo reinó la muerte, pero nosotros podemos reinar por uno solo, Jesucristo". Por uno solo (Adán) el poder de la muerte reinó sobre todos, pero por uno solo (Cristo) todos pueden reinar y triunfar. Pablo no sólo dice que Cristo reina sino que también los creyentes participan con Él de este reinado. 18-19. Adán y Cristo otra vez comparados; Adán trajo la condenación, Cristo la justificación Ahora, Pablo, en el v.18s. hace una comparación entre Adán y Cristo. En realidad se aprecia que nuevamente existe una diferencia muy grande: condenación contra justificación. "Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos". Pablo no quiere decir que los muchos fueron realmente justos interiormente, sino que se refiere a la imputación, ya sea en cuanto al pecado, o con relación a la justificación. Lo que hizo Adán nos afectó negativamente, lo que hizo Jesús significa ser declarado justo ante y por Dios en base de la obra de Cristo. 20-21 El significado de la ley Los judíos podrían preguntar: ¿dónde se encuentra Moisés y la ley en este cuadro? ¿No juegan un papel positivo? La respuesta es toda lo opuesta a la que ellos esperaban. Para los judíos, la ley aumenta la justicia, pero para Pablo aumentaba el pecado. "Para que el pecado abunde". La ley no solamente hace evidente el pecado, sino que también produce el deseo de pecar. Por lo tanto, la ley en forma indirecta hace visible cuán grande es la gracia de Dios. La gracia de Dios sobreabunda; ella triunfa sobre todos los pecados. El triunfo de Cristo es mayor que el fracaso de Adán. La muerte es un poder, pero fue vencida mediante Jesucristo, Señor nuestro. * La comparación entre Adán y Cristo es insostenible. Síntesis aplicativa de temas importantes 1a. El fruto principal de la justificación es paz: Dios está contento con nosotros. Jesús es la causa de esta paz maravillosa; Él recibió el castigo de Dios por nuestros pecados. 1b. Otros frutos de ella son: - tener acceso a la gracia de Dios y estar firme en ella, - tener esperanza de poder ver la gloria de Dios, - gloriarse en las tribulaciones por el efecto que producen, - adquirir una actitud perseverante y un carácter maduro en la fe, - ser salvos de la ira de Dios a pesar de lo que éramos: débiles, impíos, pecadores y enemigos. 1c. Si el sacrificio de Jesús era lo más difícil, ¿no será el juicio más fácil? Por la fe podemos tener la plena certeza de que Dios nos salvará. La condenación que merecíamos ya fue quitada. 2a. El pecado de uno tuvo consecuencias para todos; la obra de Cristo trae bendiciones para muchos. Adán representaba a toda la humanidad, tal como Cristo es la cabeza de una humanidad nueva, es decir: de los creyentes. 2b. El alcance de la obra de Cristo es grande: abarca a pecadores de todos los siglos y razas. Sin embargo, no podemos leer en los textos que hablan de los frutos de Cristo para todos, una salvación universal en el sentido que todo el mundo será salvo. Pablo desmiente una salvación de esta naturaleza, pues habla en esta misma carta del justo castigo de Dios sobre aquellos que no obedecen a la verdad (2,5 y 8). No olvidemos que Pablo compara a Cristo y Adán en su calidad de `cabezas' del pacto. 2c. Los efectos de la obra de Cristo son incomparables. Mientras: - Adán destruyó, Cristo restauró; - Adán trajo la muerte, Cristo trajo la vida eterna; - por el pecado de Adán, reinó la muerte, por medio de Cristo podemos reinar con Él en la vida eterna; - Adán trajo la condenación, Cristo la justificación. 2d. La ley no nos salva, sino sólo Cristo. La ley tiene otra función. Desde luego nos quiere guiar en el camino de Dios. No obstante, a penas empezamos a considerarla como instrumento para acercarnos más a Dios por nuestras propias fuerzas, veremos que acontecerá lo contrario: aumenta el pecado. Gracias a Dios, su perdón y favor inmerecido son mucho más grandes que nuestra culpa. Romanos 6: La nueva creación 1. (6,1-14) Este capítulo responde a la pregunta y objeción contra el mensaje de Pablo referente a la justificación sin obras. Cuando el pecado abunda y la gracia sobreabunda, ¿no existe el peligro que la gente persevere en el pecado, precisamente por la razón de que su pecado da, en cierto modo, realce a la gracia de Dios? "No", dice Pablo, "en ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos en él?" (v.2) ¿Qué significan estas palabras? a. No significa que ésto (el haber muerto al pecado) sea el resultado de nuestra lucha contra los pecados. Esta realidad increíble no se debe a nuestro esfuerzo y posibilidades; ellos de ninguna manera nos llevarán a estar muertos al pecado. b. Tampoco podemos decir que a través de la muerte de Jesús hemos sido muertos en el sentido de que ya no somos más sensibles al pecado, que no tiene ninguna influencia sobre nosotros. Pero, ¿cuál sería entonces el significado real? Cabe decir que la expresión "hemos muerto al pecado" la encontramos dos veces (en los vv. 2 y 10): una vez para expresar nuestra muerte al pecado y la otra para expresar la muerte de Cristo al pecado. Sabemos que el pecado nunca ha tenido dominio sobre Él. Lo que sí podemos decir es que Él voluntariamente se puso bajo la condenación del pecado: la muerte. Cuando Él murió, quitó esta condenación de tal modo que su muerte implica que nosotros (los creyentes) también hemos muerto en el sentido que no vivimos bajo la condenación del pecado, pese a que aún debemos morir. Los creyentes comparten los beneficios del sacrificio de Jesús. En el versículo 3, Pablo nos hace ver cómo hemos muerto al pecado: a través de nuestro bautismo. Para que no haya malentendido, no quiero decir que sea el bautismo en sí, el que nos otorgue los beneficios de Cristo, sino que es la fe la que nos los concede. Pero el bautismo nos une sacramentalmente a Cristo y a todos sus beneficios. El bautismo hace visible lo que Dios hizo en Cristo: compartimos los frutos del sacrificio de Cristo. [1] El bautismo entonces, dice: "lo que es real en Cristo (muerto al pecado) es también real en nosotros". Pablo lo aclara diciendo que además "somos sepultados juntamente con Él para muerte por el bautismo". Como un entierro subraya la radicalidad de la muerte, así los creyentes no viven más bajo la condenación del pecado. "A fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva". La realidad de los que hemos muerto con Cristo y hemos sido bautizados en su muerte, ha de ser una realidad práctica en nuestras vidas. El bautismo tiene siempre un `para qué'. Para que andemos en vida nueva. El bautismo está dirigido hacia la nueva vida. Pero antes de sacar conclusiones sobre la vida nueva, Pablo muestra a la iglesia de Roma que no es posible vivir por la gracia y al mismo tiempo vivir en los pecados. "Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resur¬rección" (v.5). Este versículo nos dice que hay una unión muy estrecha con Cristo (aunque las palabras "en la semejanza" significan que hay diferencia entre la muerte de Cristo y la nuestra), a través de su muerte. No podemos recibir sólo la mitad de los beneficios de Cristo, pues la unión incluye también nuestra unión con su resurrección por fe y en forma sacramental por el bautismo. En los versículos 6-7 está elaborado el significado de haber sido muertos con Jesús, mientras que los versículos 8-9 elaboran el otro aspecto, el significado de haber resucitado junto con Jesús. Pablo usa ahora otra expresión: "nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él". Podemos decir: ya fuimos condenados por Dios cuando Jesús murió en la cruz. "Nuestro viejo hombre" se refiere no a una parte de nosotros, sino a todo nuestro ser `antiguo', lo que éramos por la caída en el pecado. En cierto modo hemos pagado el precio, no como si nosotros lo hubiéramos hecho, sino porque Cristo lo pagó en nuestro lugar. Y lo hizo con un propósito: la liberación de la tiranía del pecado: "Para que el cuerpo del pecado sea destruído, a fin de que no sirvamos más al pecado". La expresión "el cuerpo del pecado" puede significar "el cuerpo dominado por el pecado"; tal vez sea mejor tomar estas palabras en relación a nuestro pecaminoso y egoísta `yo'. Dios anuló este pecaminoso `yo' imputándonos el sacrificio de Jesús a favor nuestro. Ahora somos "justificados del pecado". No hay nada que Dios ponga en nuestra contra. En los versículos 8-10, Pablo habla de los efectos de la resurrección de Cristo en nuestras vidas. Para conocer estos efectos debemos ver primero lo que ha sucedido con Él: cuando resucitó, dejó la muerte definitivamente detrás de sí; la muerte no tiene más poder sobre Él. Una sola vez pagó el precio del pecado, pero en cuanto a su vida: Él vive siempre para (la gloria de) Dios. En el versículo 11, Pablo ahora nos da la conclusión: lo que sucedió con Él, también sucedió con nosotros. Por lo tanto: "Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro". La nueva vida, la santificación, por lo tanto, comienza con recordar la posición que tenemos por medio de la fe en Cristo (muertos al pecado), y actuar en base a esta posición. Es decir: portarse conforme a nuestro alto privilegio: somos vivos para Dios, librados por Cristo de la culpa para vivir y honrar a Dios con todo nuestro ser. Si somos libres de la condenación del pecado y de la muerte, ¿cómo podremos seguir en él? No tenemos nada que ver con él. La palabra `pues' extrae una conclusión: toda nuestra actitud referente al pecado debe cambiarse. Si pertenecemos a Cristo, no debemos dejar que reine el pecado en nuestro cuerpo físico (aún sometido a la muerte), obedeciendo a los malos deseos que todavía están dentro de nosotros. Ni debemos entregar los miembros de nuestro cuerpo (los órganos y facultades) como instrumentos de la iniquidad, que es una vida contra la voluntad del Señor. Al contrario, debemos ofrecer nuestras vidas a Dios para vivir una vida justa y correcta. El tiempo del último verbo (`presentaos' es en el fondo un pasado que se llama `aoristo') expresa que una vez para siempre tenemos que haber dedicado nuestra vida a Dios. Puesto que somos vivos entre los muertos es necesario abandonar la vida anterior. Hay otra razón más para no obedecer al pecado (v.14): "Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia". Lo que expresa el versículo precedente es más un estado que una exhortación, más una promesa que un mandato. El pecado no será nuestro amo, porque no estamos bajo la ley, bajo su régimen; lo cual significa estar bajo la condenación y luchar una batalla ya perdida. "Bajo la gracia" indica que ahora dependemos de la gracia de Dios, pues fuimos justificados ante Él y no viviremos más bajo la condenación. De este modo podemos resistir contra el pecado, sabiendo que fuimos liberados de él. * Cristo nos hizo libre de aquella relación que nos unía al pecado, por lo tanto considerémonos libres de su esclavitud. 2. (6,15-23) En el versículo 15, Pablo responde a otra objeción: si no estamos bajo la ley, ¿eso no significa que podemos perseverar en el pecado? "En ninguna manera", dice Pablo. Por nuestra unión con Cristo no somos más esclavos del pecado, sino que hemos sido librados de su yugo. La conversión significa un cambio de `amo': ahora somos `esclavos' de Jesucristo, por eso le servimos a Él, viviendo en la justi¬cia y haciendo lo que agrada a Dios. Por otro lado, aquel que aún sigue esclavo del pecado obedeciéndole en todo, terminará por obtener la muerte eterna. Entonces, ya liberados del antiguo amo de pecado, no tenemos otra opción que obedecer a Jesús, pero con gratitud. Ahora hemos "obedecido de corazón a aquella forma de doctrina, a la cual fuisteis entregados", dice Pablo en el v.17. La doctrina debe ser la enseñanza básica de los apóstoles acerca de la cruz y la resurrección de Cristo y los principios éticos que siguen de ella. A esta doctrina fuimos entrega¬dos (es decir por Dios). El Señor nos dio un corazón nuevo, en el cual vive la fe en Jesús, y el deseo de obedecerle. La gracia ha producido cambios enormes, de esclavos del pecado, ahora son esclavos de la justicia, dice Pablo en el v.18. Pablo, debido a la debilidad de los hermanos, una vez más, hace uso del ejemplo de la esclavitud. Antes servían con sus miembros a la impureza por la cual se volvieron siempre más impíos, ahora, teniendo un nuevo Amo, deben ofrecer sus miembros a la justicia para crecer en santidad. El servir al pecado o bien a Dios, siempre produce algo, ya sea la muerte, o sea la vida eterna. Cuando vivimos en una relación laboral con el pecado, recibimos la paga (el salario) de la muer¬te. Si servimos a Dios, no recibiremos sueldo, sino un libre don de Él, que es la dávida de Dios, su regalo de pura gracia: la vida eterna. * Servir al pecado es muy peligroso; servir a Dios vale la pena. Sin embargo, la vida eterna no es producto de nuestros méritos, sino del amor abundante del Señor. Síntesis aplicativa de temas importantes 1a. Haber muerto al pecado no es una experiencia emocional, sino un hecho que ocurrió cuando Jesús murió. Los creyentes comparten este privilegio sacramentalmente a través del bautismo y se apropian de él mediante la fe. Sin embargo, ¿no dice la realidad que el poder del pecado todavía es activo y grande? Sí, pero Pablo habla desde una perspectiva de fe. A través de Cristo, Dios nos ve muertos al pecado, por tanto nosotros hemos de vernos en esta posición. Por eso Pablo dice: "Consideraos muertos al pecado." No pertenecemos más al dominio del pecado, pertenece¬mos a Cristo Jesús. Por tal motivo presentemos nuestros miembros (nuestro cuerpo) a Dios como instrumentos de justicia, en una vida para su gloria. Nuestra boca ha de ser usada para hablar de la gloria de Dios y nuestros pies para andar en el camino de los mandamientos de nuestro Señor. Nos cuesta considerarnos muertos al pecados. Podemos comparar nuestro caso a un hombre muy pobre quien recibe de una vez millo¬nes de dólares. Ahora él es muy rico, pero vive todavía como un indigente, ya que no puede entender que él es rico. Así muchos crey¬entes no saben que son ricos, que no pertene¬cen al pecado sino a Cristo. 1b. La santificación es en primer lugar algo que le pertenece a la fe, ¿qué significa esto para nuestras vidas? No significa que no tenemos pecados, ni tampoco que no los cometemos, sino que creemos que en Jesucristo fuimos justificados y liberados de la estrecha relación que nos unía al pecado. En Cristo, Dios nos considera perfectos. 1c. El pecado no tiene nada que ver con nosotros, y nosotros no tenemos nada que ver con el pecado. Pecamos, porque el pecado está en nuestro cuerpo, pero eso no significa que reina sobre nosotros, porque ya no tiene todo el poder sobre nosot¬ros. Porque somos de Cristo, hemos sido librados del poder absoluto que el pecado tenía sobre nuestras vidas. 2a. La conversión es un "cambio de amo". Ahora debemos obediencia a nuestro nuevo amo: Jesús. Es interesante notar que claramente Pablo habla de los creyentes como personas sometidas a un nuevo amo o dueño: al Señor Jesucristo. A este aspecto por lo general se le da muy poco énfasis en una predicación antropocéntrica (centrada en el hombre) donde sólo se ve a Jesús como el Salvador y el que suple nuestras necesidades, pero no como el Señor que tiene toda potestad sobre nuestras vidas. Aunque nuestra relación con Dios es una relación filial (de hijos), también hemos de considerarnos sus esclavos que viven en total obediencia y lealtad debida a su Persona. Sin embargo, esta nueva `esclavitud' no es nada más que la liberación del pecado y el alegre servicio a Cristo. Si seguimos obedeciendo a nuestro amo anterior, nuestra vida terminará en la muerte eterna. Si somos verdaderamente seguidores de Jesús, en su gracia, Él nos dará la vida eterna. 2b. Los frutos de nuestra antigua manera de vivir sólo nos conducían a la muerte. Pablo contrasta la vida actual de los creyentes con la que anteriormente poseían cuando estaban lejos de Cristo. Pablo hace una pregunta para saber qué frutos obtuvieron los creyentes de su antigua existencia, y la respuesta es obvia: ningún fruto. Al contrario, el solo hecho de recordar su antigua manera de andar produce en el creyente vergüenza; es como si dijera: ¿cómo fue posible que estuviera tan sumido en el pecado y no me diera cuenta? Esa es la razón por la cual creemos que sería totalmente incompatible que un cristiano recuerde su vida de pecado, sin sentir algo de vergüenza por lo que hizo; esto mismo le ayudará a percibir más grandemente la gracia de Dios que lo liberó de la esclavitud del pecado, entregándose por completo a la obediencia de la voluntad de Dios.
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