Romanos 7: Liberado de la ley
1. (7,1-6) Mientras que Pablo en el capítulo anterior nos dijo que los creyentes hemos sido muertos al pecado, ahora declara que también somos liberados de la ley. Esto tal vez suene raro. ¿Pero por qué lo dice? El problema no está en la ley, ya que ella es buena, sino en nosotros que no podemos cumplirla. La ley muestra nuestro pecado y también, en un sentido, lo aumenta; ello debido a que nuestra naturaleza pecaminosa se siente inclinada a desobedecerla.
En el capítulo 6 Pablo ilustra la libertad del pecado en términos de un esclavo y su amo, aquí emplea el ejemplo de un matrimonio para ilustrar la libertad de la ley. El matrimonio es una relación para siempre. Si la mujer tiene relaciones con otro hombre, mientras viva su marido, ella es culpable de adulterio. Sin embargo, si su esposo ha muerto, ella queda libre. Entendiendo lo anterior, descubrimos la gloriosa aplicación: el creyente está libre, porque Cristo murió al pecado, y los creyentes en Él. Somos propiedad, esposa, de Otro: de Jesús, quien resucitó de la muerte; así que podemos llevar fruto para la gloria de Él. Ahora no nos encontramos bajo el dominio de la ley y del pecado (aunque este último es todavía un poder enorme), sino que vivimos en otro `estado civil': en el matrimonio con Cristo, guiado por su Espíritu. Por medio de la ley no hemos sido capaces de dar frutos, pero Él por medio de su Espíritu nos hace capaces para hacerlo.
* La muerte de Cristo nos libera del yugo de la ley, y de su consecuencia al no cumplirla.
2. (7,7-12). En el versículo 7, Pablo va a responder a la pregunta si la ley misma es pecado. Parece una conclusión obvia. Sin embargo, no es así; por ende, Pablo ahora defiende la ley de Dios. El pecado mismo es la causa de toda maldad, ya que él encuentra en la ley de Dios un estímulo para pecar más. Es nuestra naturaleza, la que nos motiva hacer lo que está prohibido. La ley es buena y justa. Sin la ley no podríamos conocer nuestros propios pecados. Por ejemplo, sin ella no sabríamos que la codicia es pecado. No obstante la ley produce en nosotros (más) codicia. Sin la ley el pecado está muerto; existe, pero todavía duerme. Mas por la ley el pecado despierta, revive y, sobre todo, por la ley el carácter de nuestra enemistad contra Dios se pone en clara evidencia.
Pablo habla en primera persona; hay diferentes posibilidades de explicarlo: se trata de Adán, de Israel, de la iglesia, o de Pablo mismo. Podemos decir que cada interpretación contiene un elemento de la verdad. Cada creyente desde Adán se da cuenta de que el pecado se despierta por medio de la ley. Esto no dice nada negativo de la ley, sino de la seriedad de la situación en la que nos encontramos: tenemos una naturaleza totalmente corrompida por el pecado.
* La ley de Dios revela cuán necesitados estamos de la gracia de Dios.
3. (7,13-25) Para entender los versículos 13-25 es necesario poner atención al contexto. ¿Qué quiere Pablo decir en Romanos 7? Está explicando que por medio de la ley ninguna persona puede agradar a Dios. Eso es la debilidad de la ley a causa de nuestra inhabilidad para cumplirla. Nuestro esfuerzo, por muy religioso que sea, jamás nos llevará más cerca de Dios a una vida obediente. Al contrario, la ley, por causa del pecado, nos llevará más lejos de una vida que agrada al Señor. Por eso, Pablo describe la lucha que produce la ley en la vida del creyente. Si dependemos de nuestra obediencia a la ley de Dios, estamos perdidos. No es la culpa de la ley, sino de nuestro propio pecado.
Lo que Pablo dice, podemos resumirlo así:
a. La ley pone de manifiesto que nuestra vida está llena de culpa.
b. La ley es espiritual y divina; nosotros somos carnales, totalmente corrompidos, vendidos al pecado.
c. Hacemos lo contrario de nuestro deseo (como creyentes).
d. El error está en nosotros y no en la ley.
e. Dentro del creyente vive el pecado, aunque sea hijo de Dios, y tiene el deseo de agradarle.
f. Dios puso el deseo de obedecerle, pero hacer su voluntad no es posible para nosotros.
g. Es decir: no mora el bien en el creyente, solamente el deseo para hacerlo. Falta la acción.
h. Hay una diferencia entre el pecado y yo. Por el amor a Dios no quiero hacer lo malo,
i. sin embargo, siempre hago lo malo.
j. El hombre interior (= el creyente en su relación de amor por Dios), se deleita en la ley de Dios, tiene el deseo de agradarle.
k. Sin embargo, hay otra ley (`ley' significa ahora: `poder') dentro del creyente: hacer lo malo.
l. La lucha entre nuestro deseo de agradar a Dios y el poder del pecado que muchas veces nos domina, produce el gran anhelo de la redención del cuerpo de pecado.
m. Este anhelo se realizará completamente por medio de Jesucristo en su segunda venida. Aquí y ahora se realiza en forma parcial por medio del Espíritu Santo.
La pregunta importante es: ¿Quién habla? ¿Quién es el `yo' de estos versículos? Como respuesta, existen tres opciones:
I. Pablo como incrédulo, sobre todo como judío. Porque el incrédulo a veces tiene el deseo de vivir mejor, pero no tiene el poder. Sólo por medio del Espíritu Santo podemos agradar a Dios y triunfar sobre el pecado.
II. Pablo bajo convicción de pecado, pero no librado de la ley por el Espíritu Santo. Pablo describe la vida del `creyente' quien aún desconoce la alegría del poder del Espíritu Santo.
III. Pablo y todos los creyentes, conociendo la lucha contra el pecado y sabiendo el gran poder de éste.
Me inclino más por la última opción ya que el deleitarse en la ley de Dios es aplicable solamente a los creyentes. El pecado no cesa de ser un poder grande en la vida del creyente, pero alguno dirá: "Pablo conoce sin embargo la vida por medio del Espíritu". Mas para esta declaración, podemos responder lo siguiente:
a. Es verdad, pero Pablo muestra en estos versículos que por medio de la ley no podemos agradar a Dios, por causa de los pecados que moran en el creyente.
b. El creyente no siempre vive por el Espíritu Santo. Pablo siempre nos llama a una vida por el Espíritu, en vez de una vida guiada por la carne. Justamente el hecho de que necesitemos del Espíritu Santo muestra nuestra incapacidad de vivir para el Señor por nuestro propio esfuerzo.
* Nadie puede aún decir que su lucha con el pecado es cosa del pasado.
Síntesis aplicativa de temas importantes
1. Debido a nuestra naturaleza pecaminosa no podemos agradar a Dios tratando de cumplir su santa ley. Dios, en su gracia, nos ha eximido de su yugo, liberándonos de ella. Ahora pertenecemos a otro `esposo': Jesucristo. La vida de Él no consiste en esclavitud, sino en la libertad del Espíritu Santo. Él nos incentiva a llevar frutos, los cuales son productos de la obra que Él realiza en nosotros.
2a. La ley es perfecta, el problema está en nosotros. La dificultad nunca ha estado en la ley, sino en nosotros, en nuestra imposibilidad para cumplirla y prontitud para transgredirla. Si esperamos algo de parte de nuestro cumplimiento de la ley, veremos que la ley, debido a nuestra naturaleza corrompida, causa incluso más resistencia contra los mandamientos de Dios.
2b. La ley nos revela nuestra culpabilidad para que busquemos la gracia de Dios. Emprender la aventura de cumplir la ley con nuestras fuerzas es una empresa destinada al fracaso total. Cada vez que queramos cumplirla ella nos revelará cuán malos somos y sobre todo cuán alejados nos encontramos de Dios. Esto debe ser motivo suficiente para que clamemos a Dios por su gracia, la cual alcanzamos por medio de la fe en Cristo.
3a. Nosotros los creyentes, a pesar de nuestro amor por Dios y por su ley, no estamos en condiciones de servir a Dios por nuestros propios esfuerzos. Es un descubrimiento triste el darse cuenta de cuán enorme es el poder del pecado en nuestro cuerpo y ser. Si no fuese por la liberación de Dios, la ley nos dejaría en una situación de extrema desesperanza.
3b. El creyente que lucha contra el pecado anhela la redención del cuerpo. El creyente también peca, pero no deliberadamente. Esta situación debe hacernos mirar a aquel día cuando seamos revestidos de la gloria celestial: cuando Cristo regrese por segunda vez a esta tierra.
Romanos 8
Introducción. Es importante tratar de localizar este capítulo en la totalidad de esta epístola. Desde el cap. 5 Pablo habla de los frutos preciosos de la justificación por la fe; en los capítulos 6 y 7 responde a 2 preguntas: "¿El evangelio que tú, Pablo, predicas, no es un mensaje peligroso? El creyente puede pensar que su conducta no importa". "No", dice Pablo, "porque no pertenecemos al pecado (hemos muerto al pecado). Tampoco pertenecemos a la ley, porque por medio de la ley no podemos ser salvos". Esto suena casi blasfemo, sobre todo para los judíos. Por eso Pablo responde a la segunda pregunta que dice: "¿Tu evangelio no menosprecia y anula la ley de Dios?" "No", dice Pablo otra vez, "la ley es santa, justa y buena, el problema no está en ella, sino dentro de nosotros". La ley produce, por causa de nuestra naturaleza, pecado.
En el capítulo 8 Pablo retoma el hilo de capítulo 5. Aquí nos dice claramente que la salvación es completamente segura para los creyentes, porque:
a. no hay condenación para los que están en Cristo Jesús, (1)
b. los creyentes están libres de la ley -que era un muro infranqueable para los creyentes- porque ella fue cumplida por Jesús, (2-3)
c. el Espíritu Santo obra dentro de nosotros, para santificarnos (4-13); por este Espíritu los creyentes recibirán un cuerpo nuevo (11),
d. la presencia del Espíritu Santo es la prueba de que somos hijos de Dios, porque es el Espíritu de la adopción; por eso somos herederos de Dios y coherederos con Cristo, (14-17)
e. Dios está preparando para nosotros una herencia, y también para toda la creación, (18-25).
f. aunque ahora estemos gimiendo, por causa de las dificultades que sufrimos en este mundo, el Espíritu Santo nos ayuda con sus peticiones, orando al Padre, dentro de nosotros (26-27)
g. la salvación está completamente enraizada en Dios mismo. La salvación es el plan de Dios, y Él la desarrolló desde la predestinación hasta la glorificación (28-30),
h. la salvación es tan segura porque Cristo, entregado por Dios, es la prueba del amor de Dios para con nosotros; con Él recibiremos todas la cosas (31-34),
i. ninguna cosa puede separarnos del amor de Dios (35-39).
Por otra parte, Pablo también muestra en este capítulo que la ley no puede llevar a la obediencia a Dios, pues eso lo logra el Espíritu Santo.
1. (8,1-18) Mientras que Pablo en el cap.5 había hablado del fruto de la justificación en forma positiva, ahora enfoca varias veces el peligro del cual Cristo salvó a los suyos: de la condenación. Esta bendición está destinada para aquellos que están `en Cristo'. Estas palabras indican la relación de fe que existe entre los creyentes y Cristo. En v.3 Pablo muestra que Dios sí ha condenado nuestro pecado; sin embargo, dicha condenación cayó sobre su propio Hijo.
El no ser condenados por Dios incluye una segunda bendición: la liberación de la ley del pecado y de la muerte. En virtud del cap. anterior, la palabra `ley' debe referirse a la santa ley de Dios. El que Pablo la llamara `ley del pecado y de la muerte' no es de ninguna manera una descalificación de ella, sino de nosotros, ya que la santa ley de Dios produce -a causa de nuestra naturaleza corrompida- pecado y muerte en nosotros. La liberación es efectuada por "la ley del Espíritu de vida"; podemos tomar esta expresión como una referencia al evangelio (comp. algo parecido en 2 Cor 3,7 y 8: ministerio de muerte y ministerio del Espíritu). En el evangelio, Dios nos promete hacer lo que no podíamos hacer jamás por la debilidad de nuestra carne (= nuestro ser dominado por el pecado). Es, entonces, Dios quien tomó la iniciativa para rescatarnos del yugo y de la condenación de la ley. La iniciativa divina se ve claramente en Jesús, quien fue enviado por el Padre para hacerse igual a nosotros (salvo en el pecado), para sufrir la sentencia de la muerte y condenación que descansaba sobre nosotros.
El gran propósito de la venida de Jesús fue: devolver a la ley sus derechos. Al liberarnos de su condenación, nos capacita a través de su Espíritu para vivir conforme a sus requerimientos. Aunque el fiel cumplimiento de la ley nunca puede ser la base de nuestra justificación, sí es el fruto y gran propósito de ella.
En los versículos 5-9a, Pablo contrasta la vida de la carne (nuestra naturaleza corrompida por el pecado) con la vida del Espíritu.
a. La carne no puede hacer sino lo que es malo; en cambio, la vida que está bajo el control del Espíritu produce los frutos del Espíritu, que es una vida dirigida hacia la voluntad de Dios.
b. La manera de pensar y actuar de la carne es muerte (no hay vida en ella que glorifique a Dios) y lleva a la muerte (estar eternamente excluídos de la presencia de Dios). En cambio, los que son dominados por el Espíritu, están vivos y tienen paz con Dios.
c. Todo lo que piensa y hace la carne, en el fondo no es nada más que enemistad contra Dios. No hay sometimiento a Dios, ni tampoco el poder para sujetarse a Él. La vida sin el Espíritu, por muy bonita que parezca por fuera, no hace nada más que desagradar a Dios. Los creyentes, sin embargo, tienen otro principio: el del Espíritu de Dios.
Pablo dice: "¡El Espíritu, pues, está en vosotros!". Es como un estímulo, para recordar que así es nuestra (nueva) situación, gracias a Dios. Vemos, entre paréntesis, que todos los creyentes tienen el Espíritu Santo. No hay dos clases de creyentes, unos con el Espíritu, y otros sin Él. Por un momento Pablo menciona la posibilidad de que hayan, dentro de la iglesia, personas sin el Espíritu. La verdad es que ellos no pertenecen al Señor. Han de saber su triste realidad.
Ahora (9b-14), Pablo elabora lo que sucede si Cristo está dentro de nosotros:
a. "el cuerpo está muerto". Esto significa: sometido a la muerte por el pecado. Pero nuestro espíritu tiene, por la morada del Espíritu en nosotros, la vida eterna debida a la justicia de Cristo ante Dios, por la cual nosotros somos justos ante Él. Pablo aclara esto en el versículo siguiente (11), al decir que tan cierto como el Espíritu de Dios resucitó el cuerpo de Jesús, así mismo, por este Espíritu que mora en nosotros, nuestros cuerpos serán vivificados.
b. Esta gloriosa promesa es un gran aliciente que nos lleva a vivir para la gloria de Dios. No le debemos nada a la carne para vivir en el pecado. Librados del pecado por el Señor, la única `deuda' que tenemos, es con el Señor.
c. Una vez más, Pablo destaca el gran contraste entre la vida conforme a la carne y la vida conforme al Espíritu. Si vivimos conforme a la carne, nuestra vida terminará en la muerte, en cambio, si vivimos por el Espíritu y hacemos morir las obras de la carne a través de su obra en nosotros, viviremos. Es importante notar que la santificación es enteramente obra del Espíritu, ya que Él destruye las obras de la carne. Por otro lado, no somos pasivos: le damos a Él, el control de nuestras vidas. Todas las cosas las ponemos ante la luz del Espíritu, preguntándonos si ellas están de acuerdo a su voluntad. En esta lucha, la oración toma un lugar importante. Confesamos nuestra debilidad y confiamos en la obra del Espíritu. Esta vida, dominada por el Espíritu Santo, es la prueba fehaciente de que somos hijos de Dios. Ser guiados por el Espíritu se refiere primeramente al control que tiene el Espíritu sobre nuestras vidas en cuanto al pecado. Ser hijos de Dios es un gran privilegio.
A continuación, Pablo sigue mostrándonos otro aspecto de la obra del Espíritu Santo: Dios nos da una profunda seguridad de la salvación por medio de su Espíritu. No nos dio un espíritu de esclavitud (tal como era el caso bajo el yugo de la ley), sino de adopción. Por su propio Espíritu, quien nos lleva a la plena certeza de que somos hijos de Dios, podemos clamar a boca llena `Abba', `Padre'. En la oración podemos clamar a Dios, teniendo la plena confianza que Él es nuestro Padre, ya que a través del Espíritu tenemos la franqueza de que podemos llamar a Dios `Papá'. La palabra `abba' es muy familiar, era la palabra que Jesús usó en comunión íntima con su Padre. El Espíritu Santo testifica a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Él hace que las promesas del Señor sean reales para nosotros, como si Dios mismo se dirigiera directamente a nosotros y derramara su amor en nuestros corazones (cap. 5,5). "El Espíritu Santo es llamado sello y arras para confirmar la fe de los piadosos, porque mientras Él no ilumine nuestro espíritu, no hacemos más que titubear y vacilar." (Calvino).
La adopción se usó en aquel tiempo para tener a alguien como heredero. Es por eso que Pablo habla de otra certeza: la salvación será incompleta mientras no recibamos la herencia de Dios y de Cristo: su reino en la presencia de Dios. Los sufrimientos no impiden que seamos glorificados, sino que lo confirman. Los creyentes comparten en este sentido el camino de Cristo.
* Meditemos en los grandes privilegios de los creyentes: recibir el Espíritu Santo, ser hijos de Dios, clamar a Dios `Papá' y tener acceso a la gloria eterna.
2. (8,18-27) En el versículo 18, Pablo prosigue con la explicación de la completa salvación en Cristo. Pero esta salvación es una salvación atacada. Aunque es segura, tenemos que pasar en primer lugar por muchas dificultades. Es muy posible que los creyentes se desanimen. Por lo tanto como buen pastor, Pablo alienta a los creyentes diciéndoles: "Tengo por cierto..." Esto significa que podemos considerar que aunque haya tantas dificultades y aflicciones, la gloria venidera (cuando Cristo venga) no se puede comparar a ellas; pueden ser graves y pesadas, pero el peso de la gloria es mucho más `grande'. Esta gloria se manifestará dentro de nosotros.
* Las aflicciones del presente, aunque duras, no se pueden comparar a la gloria de Dios que nos espera.
Luego, Pablo continúa con el tema de los sufrimientos y la gloria venidera. Los dos están íntimamente relacionados. En la `ley' del reino de Dios no hay gloria sin sufrimiento previo. En la futura gloria no sólo estamos involucrados nosotros, los creyentes, sino también toda la naturaleza, la cual tiene un profundo anhelo; Pablo personifica la naturaleza, viendo por la fe en ella un anhelo ardiente: la manifestación de los hijos de Dios. El destino del mundo está unido al del hombre. En la caída, el hombre arrastró tras sí a la creación; Dios unió el destino de la creación con el nuestro, porque éramos reyes de ella. Y después de la caída la creación fue sujetada a vanidad por Dios a causa del pecado del hombre. La creación perdió su propósito, no podía glorificar a Dios completamente, ya que su habitante principal, el hombre, falló. Por otro lado, a causa del pecado del hombre, toda la creación comparte la corrupción y la muerte. Pero Dios puso esperanza en la creación: su liberación junto con la gloriosa liberación de los hijos de Dios, cuando Él renueve todo. Todavía la creación se halla en un estado de gran necesidad, grita como una mujer antes de un parto. Pablo usa este ejemplo no sólo para mostrar la gran necesidad en la cual la creación se halla, sino también para mostrar la certeza del nacimiento de la nueva creación.
"Y no solamente la creación", también los creyentes mismos, sabiendo del futuro prometedor, gimen, esperando la adopción. Ya somos hijos adoptados del Señor; sin embargo, la plena realidad de esta situación no se realiza antes de la liberación final: cuando el cuerpo, todavía sujeto al pecado y a la muerte, será completamente libre y vestido de inmortalidad.
Esta salvación la tenemos en esperanza. No significa que esta salvación no es segura, sino que aún no ha sido realizada completamente. No vemos la realidad, aunque la esperamos. Pero esperando esa realidad, la aguardamos con paciencia; justamente porque estamos seguros de que Dios realizará todo. Es una seguridad basada en la obra de Cristo. Mientras tanto, el Espíritu de Dios nos respalda. Por causa de las dificultades y aflicciones podemos quedar desalentados, al punto de desmayar. No sabemos completamente lo que tenemos que pedir al Señor en nuestras oraciones, sea que nos libere de los sufrimientos o sea que nos fortalezca para aguantarlos. Sin embargo, el Espíritu de Dios intercede por nosotros por medio de sus `oraciones' en la presencia del Padre con gemidos que ningún ser humano puede entender (lit. gemidos `sin palabras'). Sin embargo, son gemidos entendidos y respondidos por el Padre.
* Reflexiona en las consecuencias de la caída y en la liberación que viene, y en el respaldo del Espíritu Santo.
3. (8,28-39) Para resumir sus pensamientos, Pablo dice que a los que aman a Dios, todas la cosas les ayudan a bien. Pero con este pensamiento añade también algo: el sufrimiento (cualquiera que sea) sirve a un propósito. Aunque es tan difícil, Dios puede utilizarlo por lo menos para acercarnos más a Él. Dios puede usar todas la cosas, las buenas y las difíciles, en su plan. Por lo tanto podemos siempre pedirle que nos muestre lo positivo en medio de lo negativo.
La salvación es completamente segura por estar arraigada en Dios. Él conoció a los suyos con un amor inexpresable y los predestinó, o eligió. Él nos eligió con un propósito para hacernos conforme a la imagen de su Hijo. Dios quiere restaurar la situación original: creyentes que reflejen la santidad de Dios. Para nosotros significa que manifestemos la imagen de Jesucristo. Dios quiere pagar el `sueldo' a su Hijo: que Él tenga muchos hermanos que manifiesten su misma imagen. Hermanos de Cristo que sirvan, obedezcan y amen perfectamente al Padre.
Pablo ilustra la seguridad de la salvación con "la cadena de oro": predestinar (elegir y destinar a un propósito: la glorificación), llamar (llamar a la fe por la Palabra y el Espíritu Santo), justificar (declarar justo), glorificar (santificar y liberarnos completamente dándonos un cuerpo libre del pecado y de la muerte).
Esta "cadena de oro" nos dice por lo menos dos cosas:
a. Dios cumple sus promesas hasta el final. Él no abandona a mitad de camino su propósito para con nosotros. Esto es de gran consolación para nosotros, ya que el Señor concluirá lo que empezó.
b. Pablo habla en pasado: predestinó, llamó, justificó, glorificó. Aunque estamos en el camino hacia la salvación final, para Dios todo ya pasó. Es tan seguro como Dios es fiel.
* La cadena de oro busca llevarnos a la adoración a Dios por su amor tan firme.
Lo que Pablo dijo antes, lo repite en una `canción', la canción de la seguridad estable. Podemos decir: que la salvación es segura, porque está enraizada en el plan de Dios (en la cadena de oro) y porque fue manifestada claramente en Cristo Jesús. Si Dios nos dio lo mayor (su propio Hijo; hay en el v.32 una clara reminiscencia a Génesis 22,1ss), entonces nos dará también lo menor (su ayuda en dificultades, y al final ¡su reino!). Por lo tanto, nadie puede acusar ni condenar a los creyentes, ya que Cristo llevó nuestra culpa, cuyo sacrificio fue aceptado en su resurrección y ahora, estando en el lugar de honor, a la diestra del Padre. Ante Dios, Jesús resucitado será siempre nuestro abogado.
Por eso, nada puede separarnos del amor de Dios. En Cristo estamos unidos al eterno amor de Dios. Tan segura es la vida de los creyentes, que es imposible que alguna vez caigan de las manos del Señor. Aunque nosotros mismos somos muy débiles, en Cristo somos más que vencedores. Las persecuciones nos dicen: somos perseguidos porque pertenecemos a Cristo. Pablo enumera siete dificultades: tribulación, angustia, persecución, peligro y espada (todos estos son dolores causados por hombres que son hostiles al evangelio), además: hambre y desnudez (estas se sufren al anunciar el evangelio). Los creyentes que, conforme al Salmo 44, están dispuestos a sufrir por la causa de Cristo, tienen la certeza que Él les cuida y protege siempre en medio de todos sus dolores.
La conclusión de fe que Pablo hace, la enfatiza en las palabras: "Estoy seguro". Los sufrimientos no pueden separarnos de Aquel que mostró su inmenso amor sufriendo por nosotros primero. Él es más grande que cualquier altura o profundidad. En la cruz se hundió hasta la profundidad al ser abandonado por Dios.
* El sufrir por Cristo debe ser motivo de gozo. Dios nunca nos abandonará en circunstancias tan difíciles.
Síntesis aplicativa de temas importantes
1a. La vida controlada por el Espíritu Santo y su testimonio interno son pruebas irrefutables de que somos hijos de Dios. Pablo contrasta dos maneras de vivir: la dominada por la carne, (nuestros propios deseos) o la controlada por el Espíritu Santo. La primera termina con la muerte, la otra conduce a la vida eterna.
Si somos guiados por el Espíritu, Él nos dará testimonio de que somos hijos de Dios. Nos faculta para clamar a Dios, con certeza y gozo, `Abba', `Papá'; y nos asegura salvación total a través de las promesas de Dios que son destinadas para nosotros.
1b. La obra del Espíritu Santo es muy amplia. Pablo menciona 4 aspectos:
a. Él permite que vivamos en los caminos de Dios.
b. Mata en nosotros los deseos de la carne.
c. Nos da confianza en la oración y certeza de que somos hijos de Dios.
d. Nos ayuda en la oración intercediendo por nosotros con gemidos inexpresables.
2. La salvación ya llevada a cabo por Jesucristo, será cumplida en la gloria venidera.
Tanto la creación como los hijos de Dios disfrutarán la gloria eterna, la restauración del cielo y de la tierra y la redención del cuerpo.
3a. La predestinación no impide la predicación del evangelio, al contrario, la debe estimular. Mucha gente piensa que la predestinación es un bloqueo para la franca proclamación del evangelio. Pero, ¿qué sucedería si la respuesta a la proclamación dependiera del ser humano y no de Dios?
3b. El plan de la salvación es como una cadena de oro, fuerte e indisoluble. La salvación es desde el principio (la predestinación) hasta el fin (la glorificación) obra de Dios, y por ende cien por ciento segura. La última certeza es el amor de Dios quien entregó a su Hijo por nosotros. Nada es capaz de anular el amor de Cristo y separarnos de él.
Romanos 9
Introducción. A primera vista pareciera que los capítulos del 9 al 11 no guardan relación alguna con los capítulos del 1 al 8, pero es todo lo contrario: Pablo quiere mostrar que las promesas del Señor son firmes, aunque Israel todavía como pueblo no crea en Jesús. Esto es un asunto de suma importancia. Cuando sabemos que hay tan poca fe en Jesús dentro de Israel, de inmediato surge la pregunta: ¿no significa que Dios no es fiel al no cumplir sus promesas? Si es así, ¿no significa que Dios también puede ser infiel con respectos a sus promesas hacia nosotros? En otras palabras, ¿la salvación es tan segura como Pablo había dicho?
Pablo habla en estos capítulos acerca de tres cosas:
La elección de Israel (cap. 9), la desobediencia de Israel (cap. 10) y el futuro de Israel (cap. 11). En este capítulo responde a 4 preguntas:
1. ¿Han fallado las promesas del Señor?
2. ¿No será Dios injusto al administrar su soberana elección?
3. Si Dios actúa en base de su elección, ¿por qué nos acusa?
4. Para concluir, ¿qué tenemos que decir entonces?
1. (9,1-33) Pablo está muy preocupado por su pueblo. Habla con gran seriedad, y mediante tres afirmaciones trata de convencer a sus lectores que lo que está diciendo, es la verdad (a. "Verdad digo en Cristo"; b. "no miento"; c. "mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo"). Aunque el apóstol se da cuenta de que somos falibles, asegura que su espíritu (el de Pablo) es iluminado por Dios. Lo que quiere comunicar es su gran amor y preocupación por los hermanos de su propio pueblo de Israel. Él, si le fuera posible, estaría dispuesto a carecer de la comunión con Cristo, si Israel pudiera obtener esa comunión. Porque es el pueblo del pacto de Dios, colmado de privilegios:
- Son Israelitas, distinguidos de los demás pueblos.
- Tienen la adopción, son el propio pueblo de Dios, sus hijos.
- Recibieron la manifestación de la gloria de Dios, por ejemplo en la nube.
- Recibieron el pacto: la seguridad: "Yo soy tu Dios".
- La promulgación de la ley, la mejor ley que existe.
- El culto y las promesas: todos son tipos de Cristo.
- Descienden de los patriarcas, a quienes Dios se les reveló.
- Recibieron a Cristo mismo, es el centro de la revelación y la promesa del Señor. Por eso a Él sea la gloria, eternamente.
Es un hecho realmente triste, que el pueblo en general no ha respondido al llamado de su Mesías, Jesucristo. La primera pregunta ahora es: ¿Han fallado (lit. `caído') las promesas del Señor? Pablo refuta esta idea como si fuera la causa por la que Israel en su mayoría no aceptó a Jesús por la fe. Pero ellos han fallado, no el Señor. Él cumplió sus promesas, pero ¿cómo? No hay por qué sorprenderse, si la mayor parte de Israel no tiene fe en Cristo. Porque no todos los que se llaman israelitas, pertenecen a Israel. El verdadero Israel consiste en aquellos que muestran fe en Jesús. El Señor llegó con sus promesas a Abraham, pero también comenzó en este tiempo a manifestar su elección y reprobación. Podemos decir: todo el pueblo recibió las promesas del Señor, pero fueron cumplidas solamente a los elegidos.
Pablo muestra esta elección con el ejemplo no sólo de Isaac, sino también de Jacob y Esaú. El primer ejemplo muestra que no todos los hijos de Abraham son hijos según la promesa del Señor. Ismael, por ejemplo, nació de Abraham; sin embargo, no era hijo de la promesa. El segundo ejemplo expone que también dentro del pueblo de la promesa (Isaac era el hijo de la promesa) no todos pertenecían a la siembra verdadera de Israel. Esta elección ha sido hecha antes del nacimiento de los dos hijos: Jacob y Esaú (v.11 "Pues no habían aún nacido") y fue una elección totalmente libre ("Ni habían hecho aún ni bien ni mal", para mostrar claramente el propósito de su elección: mostrar su gracia no merecida "No por obras sino por el que llama). Por lo tanto, en la elección resplandece la gracia soberana de Dios.
La segunda cita, "A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí", suena bastante chocante. Note que la combinación amar y aborrecer en la Biblia equivale muchas veces a dar preferencia a (comp. Lucas 14,26 con Mateo 10,37). Por otro lado no hay que olvidar que fue el mismo Esaú quien rechazó su bendición como primogénito.
No obstante, de inmediato surge ahora la segunda pregunta: ¿Dios no es injusto en su preferencia del uno sobre el otro? "En ninguna manera". En su respuesta, Pablo destaca la soberanía de Dios. Su elección nació de pura misericordia y no por obras (v.16). Por otra parte, cuando Dios endureció el corazón del faraón lo hizo para mostrar su gloria. En este acto de Dios contra el faraón, Él manifestó su justa ira sobre el pecado. El libro de Éxodo nos muestra claramente que esto no era de ninguna manera arbitrariedad. En la reprobación, Dios responde al pecado del hombre (en este caso fue el faraón mismo que primero endureció su corazón).
Tercera pregunta: Si es así, ¿por qué Dios nos acusa (v.19)? Si la elección depende solamente de Él, ¿cómo puede acusar a la persona que no le obedece? Pero eso significa resistir a la voluntad de Dios, como si Él no fuese libre en sus actitudes. ¿No se le permite a Dios ser Dios? Él, en su soberanía, puede actuar como Él quiere. ¿No tiene el alfarero el derecho de hacer con el barro lo él quiera? Dios tiene el derecho de hacer con sus criaturas caídas en el pecado lo que Él desee; ya sea mostrar misericordia o derramar su justa ira sobre ellas. En vez de criticar la forma de actuar de Dios le debemos honrar y glorificar por su soberanía y misericordia.
En los versículos 22 y 23, Pablo subraya nuevamente que si Dios actúa, sea con misericordia o con ira, no hay por qué discutir en su contra. Dios de ninguna manera actuó mal al mostrar su ira a los vasos de ira, pues les trató con mucha paciencia. Implica que no sólo les concedió la oportunidad para volverse sino que ahora con mayor razón derramará sobre ellos su ira. Note la diferencia entre la forma en que Pablo se expresa relativo a los elegidos y a "los vasos de ira". En cuanto al primer grupo dice que Él los preparó de antemano, pero para los otros usa simplemente la palabra `preparados'. Con mucha razón J. Stott dice: "Seguro que Dios nunca `preparó' a alguien para destrucción; ¿no es a causa de su propia maldad que ellos se preparan para ella?" Por otra parte, contra el trasfondo oscuro de la ira de Dios contra sus enemigos, brillará aún más la riqueza de su gloria hacia sus elegidos.
En los versículos 24-29, Pablo aclara la doble acción de Dios (elegir y rechazar) con muchas citas de la Escritura. Pero antes (v.23), el apóstol nos dice que Dios, pese a la incredulidad de Israel, está llamando a un nuevo pueblo de judíos y gentiles. Citando palabras de Oseas "Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo", Pablo muestra que Dios también ha pensado en los gentiles. Son palabras que se refieren en primer lugar a Israel, pero a aquel Israel que está ahogado al nivel de los gentiles. Aunque esto se cumplió literalmente para Israel, no se agotó esta promesa, pues se encuentra un nuevo cumplimiento de ella en la conversión de tantos gentiles. Desde el profeta Isaías, Pablo muestra que Dios salvará sólo un resto de Israel. (Más adelante, Pablo va a explicar que Dios comenzará nuevamente con su pueblo, Israel). Es una descripción gráfica de la nueva iglesia de Cristo, que se compone relativamente de pocos judíos y muchos gentiles.
Pablo termina con una cuarta pregunta hacia sí mismo: "¿Qué, pues, diremos?" Hace esta pregunta para analizar el por qué de la incredulidad de parte de Israel. Por un lado todo lo que Pablo ha mostrado de los pocos judíos y los muchos gentiles que han puesto su fe en Jesús, es fruto de la elección. Por otro lado, esto no excluye la responsabilidad de Israel. Ellos confiaban en su propia obra y no en la justicia que Dios ofreció en Jesucristo. No pueden alcanzar la justicia, porque quieren alcanzarla por sus propias obras, en vez de poner su confianza en Cristo. Por lo tanto, tropezaron en la piedra: Cristo. Mientras que los gentiles la alcanzaron por la fe. Ellos, sin hacer el mismo empeño de Israel en cuanto a la ley, alcanzaron la justicia. Eso es un motivo de enojo para Israel, que los gentiles sin esfuerzo recibieran la justicia. Pero, este es el estilo de Dios: Él es el Dios de gracia, que nos pide fe y no obras. ¡por ende, la fe en Jesús es decisiva! Las obras seguirán a la fe, como muestras de amor y agradecimiento.
* Meditemos en la gloria, la soberanía y la misericordia del Señor.
Síntesis aplicativa de temas importantes
1a. No podemos estar indiferentes ante un mundo que se pierde en el pecado. El apóstol Pablo experimentaba un continuo dolor por el pueblo israelita, pues sabía que su constante rechazo de Cristo, a pesar de los grandes privilegios que poseía, lo conduciría a la perdición eterna. En total conciencia de sus facultades está dispuesto a hacerse maldito, ser alejado eternamente de la presencia sublime de Dios (si le fuese posible) con tal ver a sus compatriotas entregados a la adoración de Dios por medio de Cristo. Todo esto debe hacernos meditar en lo siguiente: ¿Tenemos una real preocupación por las personas de nuestro alrededor? ¿Oramos a Dios pidiendo que Él abra los ojos de los hombres para que crean al evangelio? ¿Nos llega al alma la extensión del reino de Dios en el mundo, país o comuna? ¿Estamos involucrados en el evangelismo? Un creyente nunca debería estar indiferente ante un mundo que no cree en Jesucristo, el único Salvador.
1b. No todos los que pertenecen a la membresía de una iglesia son hijos de Dios. Esto puede parecer muy chocante para nosotros, pero más lo fue para los judíos cuando Pablo les dijo "que no todos los que descienden de Israel son israelitas". Mucha gente hace descansar su salvación sobre la base de su incorporación a la membresía de una iglesia; y aunque no manifiestan una vida consagrada a Dios, se conforman con esto (y así tranquilizan sus conciencias), diciendo que pertenecen a tal o cual iglesia. Pero los verdaderos creyentes sólo son los que están unidos a Dios a través de Jesús.
1c. La elección no se basa en ciertas virtudes nuestras, sino sólo en la misericordia de Dios. Por muy privilegiados que los judíos fueran, por muy serios que se pusieran en su intento por cumplir la ley de Dios, no podían llegar a la salvación. Para nosotros esto es una lección trascendental que nos llama a adorar a Dios por todo lo que hemos recibido. Además, no podemos jactarnos de pertenecer al pueblo de Dios como si tal privilegio fuese fruto de nuestra `soberana' decisión.
Si comprendemos, como lo hace el apóstol Pablo, la elección como acto soberano de Dios, entonces debemos descartar toda posible acción nuestra que movió a Dios para aceptarnos entre sus hijos. Si Dios elige es por su misericordia, y no porque vio de antemano que creeríamos en Jesús (así, ya no sería elección). De esta manera queda testimoniado en la vida de Jacob y Esaú: Dios hizo su elección no en base a ciertos méritos vistos de ante mano. Nuevamente aclaramos, si aceptar a Cristo es obra que surge totalmente de nosotros, entonces no podemos hablar de elección pues ella pierde su significado. Por otro lado no cabe ninguna duda que la elección no excluye nuestra responsabilidad de responder a la demanda del evangelio. Aunque para nuestro razonamiento es difícil armonizar la elección de Dios con nuestra responsabilidad, sin embargo, la Biblia atestigua ambas.
1d. Dios es soberano en su elección, por tanto, no corresponde que la discutamos. Dios es justo tanto en su misericordia como en su ira. Para nosotros muchas veces es difícil aceptar que Dios sea justo, pues estamos acostumbrados a pensar en las cualidades humanas que Dios debería tener en cuenta. Si nos conocemos ante el Señor, comprenderemos que sólo merecemos la condenación: vivir eternamente alejados de la presencia de Dios. Si entendemos esto, la elección se transformaría, para nosotros, en un milagro del infinito amor de Dios.
Romanos 10
En el cap. anterior, Pablo habló de Israel en términos de elección. En este cap. analiza la situación del pueblo desde la perspectiva de los factores humanos, la ignorancia de Israel (1-4); La necesidad de comprender el evangelio (5-13), la necesidad de la proclamación del evangelio (14-15) y la respuesta de la fe (16-21).
1. (10,1-4) Pablo no acusa a Israel simplemente para criticarlo; él examina con emoción la actitud de Israel. Justamente es esta actitud, razón más que suficiente para que él dirigiera su oración a Dios a fin de que Él les abra los ojos para ver la salvación en Jesucristo. Cuando Jesús vino, Israel no lo reconoció como el Cordero de Dios. Por lo tanto, aunque muestran mucho celo (y Pablo lo sabe de su propia experiencia, antes de su conversión), tal celo es sin entendimiento del camino del Señor. Un celo sin entendimiento no es más que fanatismo. El pueblo no comprende que la justicia de Dios es un regalo que excluye las innumerables exigencias. Por lo tanto, no viven de la justicia de Jesucristo y de su obediencia, ni aceptan la entrega de su vida por nosotros. En vez de aceptarla, están construyendo su propia justicia, no sabiendo que es un fracaso, ya que "todas nuestras justicias son como trapo de inmundicia" (Is.64,6). No han comprendido que Cristo es el fin de la ley. `Fin' no significa aquí `propósito', sino `terminación'. Jesús ha abrogado la ley en el sentido de medio para salvarse, pero no para abrir la puerta hacia una vida autónoma, sin trabas. Ahora cuando se ha revelado la justicia de Cristo (mediante su obediencia y sacrificio) hay un camino de salvación que está abierto para todos, también para los gentiles quienes nunca podrían vanagloriarse de su cumplimiento de la ley de Dios.
* La justicia de Dios es una justicia que regala, regalándonos el perdón. ¿Oramos por el pueblo de Israel y por los demás que no entienden esto?
2. (10,5-13) Pablo encuentra una gran diferencia entre el camino sin salida (la ley) y el camino que llega a Dios en las Escrituras del Antiguo Testamento. Emplea dos citas de la Torá, una de Levítico (18,5) y otra de Deuteronomio (30,11-14). La primera cita dice que el hombre que haga estas cosas (guardar los mandamientos de Dios) vivirá por ellas. El camino hacia la salvación es el de obediencia a Dios, pero esta obediencia es imposible debido a nuestra naturaleza pecaminosa que no se puede someter a Él. Pablo emplea la segunda cita de Deuteronomio sólo para mostrar que hay un camino que es realmente accesible. La palabra de la alianza de Dios está tan cerca, que no es necesario hacer cualquier empeño para llegar a Dios. Así es el evangelio, como Moisés dice en Deuteronomio 30, que no tenemos que buscar la justicia muy lejos, sino que ella está muy cerca. No dependemos de nuestros esfuerzos para llegar a Dios, como si tuviéramos que subir al cielo o descender al abismo. Esforzarse para llegar a Dios es negar la obra de Cristo. Él subió al cielo con su sacrificio consumado; Él murió y fue sepultado, pero también resucitó. No tenemos un Cristo muerto, sino vivo; cuya obra es válida ante el Padre para cubrir todas nuestras culpas. La justicia está muy cerca: no la alcanzamos por medio de nuestro empeño, sólo por Cristo. Somos salvos si confesamos con la boca que Jesús es el Señor, y si creemos de corazón que Dios le levantó de los muertos. Cristo es el Señor: Él dispone de gracia y perdón para ofrecérsenos a nosotros gratuitamente. Él murió y resucitó para ganar una salvación completa. Todo aquel que creyere en Él, no será avergonzado; sea judío o sea gentil, porque no hay diferencia. La sola obra de Cristo es suficiente para todos los que invocan su nombre. Invocar el nombre del Señor es una cita de Joel 2, ya aplicado por Pedro en Hechos 2 a Cristo. El que acude a Él para salvación la obtendrá.
* ¡Cuán importante es la venida de Cristo para todos los que creen en Él!
3. (10,14-15) Las últimas palabras de Pablo nos muestran la necesidad de la obra misionera. ¿Cómo pueden los gentiles invocar el nombre del Señor si no conocen su nombre? Y solamente pueden conocer su nombre cuando haya alguien que se los predique. Y se predica sólo cuando se envía. Así Pablo funda la misión de la iglesia en Dios mismo. Él ha enviado a los apóstoles (significa ¡enviados!) para predicar el evangelio y ellos, a su vez, han involucrado a los miembros de la iglesia para participar en esta tarea. Las palabras que Pablo usa, son como una cadena (comparece Romanos 8,30): invocar, creer, oír, ser enviado, predicar. Dios se encarga de que el evangelio sea predicado por todo el mundo. Pablo confirma esto con una cita del AT: "¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!" (Is. 57,7). Allí son las buenas nuevas a los exiliados en Babilonia a los cuales Dios hará volver a su patria. Con mayor razón se debe predicar el evangelio a los cautivos en el pecado: en Cristo hay una salida de emergencia.
* Si queremos que la gente conozca al Señor, prediquemos entonces el evangelio.
4. (10,16-21) Pablo lucha con el hecho de que tan pocos Israelitas creen en este evangelio. ¿Por qué? La fe es por el oír, pero, ¿no han escuchado ellos el evangelio? Tomando un versículo del Salmo 19 donde el salmista se refiere a los cielos que por todo el mundo cuentan la gloria de Dios, Pablo quiere decir que también el evangelio ha corrido por todo el mundo. Aunque es lenguaje simbólico, en realidad el evangelio sí ha salido a gran parte del mundo y ha llegado a muchos de los judíos. También ellos habían entendido su intención (v.19). Dios hará que el pueblo se sienta celoso, ya que un pueblo insensato (sin conocimiento) le adelantará, pues éste recibirá la gracia de Dios en Jesucristo. Israel, sin embargo, lamentablemente no quería aceptar el evangelio; por lo tanto, Dios se dirige a los otros pueblos del mundo; así que, los que no han buscado a Dios, Él los ha encontrado y se ha revelado a los que no preguntaban por Él. Eso es amor elector divino, sin obras. ¿Cuál es la razón por la que Israel no ha respondido? No está en el Señor, pues las manos del Señor constantemente estaban extendidas a Israel, pero éste se ha portado como un pueblo rebelde. Aquí tenemos la razón por la que no aceptaron el evangelio, ni la justicia de Cristo: su rebeldía. Sin embargo, Dios no ha dejado de amar a Israel. En el capítulo 11 Pablo va a mostrar que también Israel recibirá la salvación en el tiempo destinado por Dios.
* Existe gran necesidad por la predicación del evangelio y gran responsabilidad con respecto al escuchar el evangelio.
Síntesis aplicativa de temas importantes
1a. La oración por la salvación de los perdidos debe ser una petición constante delante de Dios. Esto debe ser un anhelo que nace del corazón y se expresa en una oración intercesora que clama por la incorporación de los perdidos al pueblo de Dios. Así que no debe ser nunca una oración fría, carente de toda pasión.
1b. Es probable pretender servir a Dios y creer que es así, pero sin tener una relación viva con Cristo. El apóstol Pablo puede ser testigo -y lo dice por experiencia propia- del celo que sienten los judíos hacia las cosas de Dios. Pero este celo carece de sentido cuando dejan de lado la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo. Puede haber mucho empeño religioso, pero si no estamos unidos a Cristo, todo lo que hagamos es fruto de nuestra carne, y nada más que fanatismo, el mismo que se ve en otras religiones.
1 y 4. Podemos vivir en incredulidad por falta de conocimiento o por rebeldía. Lo último es lo peor. Los judíos habían escuchado la palabra del Señor, habían entendido su significado, pero no lo habían aceptado. No querían dejar su propia justicia (ser justos a sus propios ojos por todo lo bueno que habían hecho). Cuanto más `religiosos' somos, más difícil se nos hace vivir de la gracia; descansando sólo en nuestras propias obras, y no en la obra de Cristo.
2. Cristo es el fin de la ley; Él puso término a ella. El evangelio muestra, para aquellos que lo han abrazado, que nunca, por sus propias fuerzas, serán capaces de obedecer a Dios y guardar sus santos mandamientos, y les revela que hay otra justicia: la obediencia de Cristo y su sacrificio vicario en la cruz. Dios está contento con Jesús y con todos aquellos que esperan toda su salvación de Él.
3. La incredulidad por falta de conocimiento, muestra la urgencia de la predicación del evangelio a todas las naciones. Dios en su misericordia envió a su Hijo para morir; envió su Espíritu para obrar en los corazones; envió a ... nosotros para que fuéramos instrumentos a fin de llamar a la gente a la reconciliación con Dios.
Romanos 11
1. (11,1-10) Pablo citó en cap. 10,20-21 la profecía de Isaías donde dice que Israel es un pueblo rebelde. Esto, sin embargo, no significa que Israel deja de ser pueblo de Dios; al contrario, Pablo desmiente con énfasis, "de ninguna manera". Su propia persona es un ejemplo vivo de que no es así; él también es Israelita y creyente en Cristo. Pero hay otra razón, mucho más importante para afirmar que Israel sigue siendo el pueblo de Dios: Dios ha elegido a su pueblo en amor; Pablo dice de ellos: "Al cual antes conoció". Conocer (véase Amós 3,2) significa escoger y conocer en amor. De este pueblo siempre había existido un remanente escogido por gracia. Podemos decir: dentro de la elección (del pueblo de Dios como pueblo en general), hay otra elección, más íntima: la elección del remanente, como los siete mil que Dios se había reservado en los días de Elías.
Como prueba de que Dios no ha abandonado a su pueblo, Pablo dice que todavía existe este `remanente'. También en el tiempo de los apóstoles había muchos judíos que creían en Jesús como su Señor (comp. Hechos 21,20: "...cuántos millares de judíos hay que han creído"). La salvación no depende del hombre, depende de la gracia de Dios. Por eso hay también judíos que viven de esta gracia habiendo dejado de confiar en sus propias obras. Pablo muestra que gracia y obras no son compatibles como medios para obtener la salvación.
Esta es la tragedia de gran parte de Israel: quiso alcanzar algo (ser justo delante de Dios), pero en realidad no lo alcanzó. Buscó de mala manera y por su propia fuerza en vez de confiar en la gracia de Dios. Los escogidos sí lo han alcanzado simplemente confiando en la bondad de Dios. Los demás fueron endurecidos. También ahora debemos decir que su endurecimiento era el castigo sobre y el resultado de su propio endurecimiento (comp. Romanos 1,24; la entrega de Dios a la inmundicia era producto de la propia idolatría de los hombres). Pablo lo muestra con palabras de la Torá (Deut. 29,4), de los profetas (Isaías 29,10) y de las escrituras (Salmo 69,22 y 23). En todos los casos se trata del juicio de Dios (el endurecimiento) sobre el pecado de rebelión contra Dios. En la última cita escuchamos una maldición del salmista hacia sus enemigos, los enemigos del Señor. Éste pide a Dios que ponga término a la superabundancia de sus adversarios. Pablo, aplicando este versículo a los israelitas, iguala al pueblo de Dios con sus mismos adversarios.
* Dios siempre reserva un remanente de Israel conforme al amor de su elección. Ella muestra que la salvación se debe enteramente a la gracia divina y no a las propias obras.
2. (11,11-15) Pablo explica algo del maravilloso plan de Dios acerca de la salvación del mundo. En este plan está incluído el tropiezo de Israel. No tropezó para caer (definitivamente en la perdición eterna). Así como la perdición del faraón (véase cap. 9, 17) tenía que servir al ensalzamiento del nombre de Dios y a la salvación de Israel, así el tropiezo de Israel (es decir: su incredulidad relativa a Jesús) tiene que servir a la salvación de los gentiles; pero finalmente también a Israel mismo. Dios da su salvación a los gentiles para que su pueblo sienta celos de ellos, por causa de que los gentiles pueden participar en los derechos destinados a Israel, y para que Israel vaya a buscar las bendiciones de Dios en Jesús. De esta manera, la salvación, por decirlo así, tiene una ondulación:
a. la salvación viene de Israel (por causa de su incredulidad) a los gentiles (11b, 12a y 15a)
b. vuelve después a ellos; los gentiles les provocan a celos, pero esto desemboca finalmente en la restauración de Israel (11c, 12b y 15b)
c. la bendición final de Israel, a su vez, será de rica bendición para los gentiles (12b y 15b)
Así hay ganancia de la pérdida.
En el v.12 Pablo hace ver, que cuando su transgresión (el no aceptar a Jesús como el Mesías) significa riqueza para el mundo (extensión de la salvación a los gentiles), entonces, cuanto más su plenitud. La RV traduce: "plena restauración", pero puede significar también: Israel en su totalidad (no solamente un remanente, sino todo el pueblo de Israel). Cuando Israel reciba la fe (en Jesús) como pueblo, el mundo recibirá mucho más bendiciones.
Con estas palabras, Pablo se dirige a los gentiles (los creyentes de los gentiles de Roma como sus representantes), mostrando su ministerio. Él predica el evangelio a los gentiles también para salvar a algunos de su propio pueblo; poniéndoles celosos cuando ellos vean el progreso del evangelio en el mundo.
Pablo repite en el v.15 el mismo pensamiento que en v.12: si la exclusión de Israel (temporal y por Dios) significa la reconciliación del mundo (por medio de la predicación del evangelio), ¡cuánto más bendiciones incluye la admisión (de nuevo, por Dios) de su propio pueblo!: vida de entre los muertos. El mundo recibirá las más ricas bendiciones cuando Dios restaure su relación con Israel, comparable sólo a la visión de Ezequiel 37. La bendición será como la resurrección. ¿Tenemos que pensar aquí en un avivamiento mundial antes de la segunda venida de Jesús? ¿O tenemos que pensar en la restauración de esta tierra (la nueva tierra y el nuevo cielo) inmediatamente después de que Israel se haya convertido al Señor Jesús? La primera opción me parece mejor, puesto que la restauración de Israel llevará bendición para los gentiles.
* Por la incredulidad de Israel, Dios se dirigió a los gentiles; pero con el propósito de volver a su pueblo. Las dos acciones de Dios están llenas de bendiciones.
3. (11,16-24) El modo en que Dios procedió con Israel no es motivo para que los gentiles se sientan orgullosos. Su pueblo permanece siendo un pueblo santo. Pues, Pablo considera al pueblo santo por sus primicias (los primeros creyentes) y por su raíz, los padres Abraham, Isaac y Jacob. Tras ellos está el pacto y la fidelidad de Dios. Los padres y los primeros creyentes en Jesús existen por su gracia. Pablo compara a Israel con las ramas de un olivo. Si ellos son desgajados por Dios y los gentiles son injertados, significa que los gentiles (como ramas silvestres), también pueden ser desgajados (si viven en incredulidad). Al revés: Dios puede injertar nuevamente las ramas que pertenecían antes al olivo (Israel). Los gentiles no están en el lugar de Israel, sino que fueron añadidos al olivo Israel. Este olivo les lleva a ellos y no al revés. Por lo tanto, no hay ninguna razón para que se ensoberbezcan, sino para que teman. Deben conocer la severidad de Dios relativa a Israel: Él desgajó las ramas de su propio pueblo por su incredulidad, para sacar la conclusión que también ellos, los gentiles, serán desgajados si caen en incredulidad. Por otra parte, deben admirar la bondad de Dios, para con ellos, si perseveran en la fe; ya que Él le ha mostrado su infinita gracia recibiéndolos como parte de su pueblo.
Pablo termina este trozo diciendo que es seguro que el pueblo de Israel en su totalidad pueda volver a ser injertado nuevamente en su propio olivo, y esto con mayor razón que los gentiles que fueron injertados como ramas silvestres, ¡pues Israel es el pueblo de su pacto!
* No nos sintamos orgullosos en comparición con Israel. Como gentiles no somos más que ramas silvestres. Dios tiene preparado un día de misericordia para su pueblo.
4. (11,25-32) Pablo nos habla acerca de un misterio. Este misterio no significa un secreto que queda escondido, sino una cosa maravillosa dentro del plan de Dios que no es conocida por la mayoría de los creyentes. El misterio incluye:
a. hay un endurecimiento parcial (no todos los Israelitas están endurecidos) sobre Israel.
b. Esto durará hasta que el pleno número de los gentiles haya entrado en el reino de Dios.
c. En este tiempo, todo Israel, es decir, como pueblo y no algunos, será salvo.
La palabra `luego' o `así', tiene tanto significado temporal (después de la entrada de los gentiles escogidos) como causal: la conversión de los gentiles es una condición con respecto a la conversión de Israel. Este pensamiento está basado en las Escrituras como lo que dice Isaías en el cap. 59.
Aún Israel es enemigo, en el sentido que está (temporalmente y en cuanto a la parte incrédula) excluído de la gracia de Dios y bajo su ira, pero amado con respecto a su elección (elección equivale aquí casi al pacto de Dios con Israel). Todas las bendiciones (privilegios y llamamiento, véase cap. 9,4-5) son irrevocables; Dios guarda su fidelidad para con ellos por siempre. En los vv.31 y 32, Pablo repite lo que dijo antes en los vv.12, 13 y 15. Por la desobediencia de Israel, Dios extendió su misericordia a los gentiles; pero nuevamente se produce una ondulación: Dios se volverá a su pueblo; como en el pasado Él sujetó a todos en desobediencia, así ahora tendrá misericordia de todos.
* Israel recibirá la misericordia de Dios, una misericordia debida a su fidelidad sin doblez.
5. (11,33-36) Pablo termina su descripción magistral del plan de Dios referente a la salvación de Israel y de los gentiles con un himno de adoración. Canta de la sabiduría de Dios, porque le encanta el camino de Dios. Él eligió al pueblo de Israel. Cuando ellos no creyeron en Jesús, desgajó algunas ramas (Israel es como un árbol), e injertó otras ramas (los gentiles como nosotros, no-judíos). Sin embargo, el Señor injertará nuevamente las primeras ramas (Israel). Luego de toda su exposición, Pablo exclama en adoración: "¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios". La salvaci
ón de Israel y de los gentiles proviene de las riquezas de Dios. En su sabiduría la planificó enviando a su propio Hijo como sacrificio por los pecados. Con mucha inteligencia la planificó, nadie podría hacerlo de esta manera. Ningún ser humano puede entender los caminos del Señor, ni sus decisiones (mejor traducción que juicios), ni su forma de actuar. Con dos citas del AT (Is 40,13 y Job 41,11) Pablo muestra que Dios es elevado sobre cada uno de nosotros. Nadie puede pensar y decidir tan bien como lo hizo Él. Nadie es capaz de ser "consejero de Dios". Él no nos debe nada a nosotros, todo lo contrario, nosotros le debemos a Él. Pablo concluye su exclamación con una afirmación teológica:
a. Todas las cosas son de Dios. Dios es la fuente de nuestra salvación. El inventó, por así decirlo, la salvación; ella nació desde la profundidad de su corazón lleno de amor. Ninguno del pueblo de Israel o de nosotros le pidió al Señor que para salvarnos, mandara a su Hijo.
b. Todas las cosas (de nuestra salvación) vienen de Dios. Él es la fuente de nuestra redención, por medio de Jesucristo. ¿Quién podría llevar a cabo la salvación? ¿Qué podemos hacer para el perdón de nuestras faltas? ¿Quién puede reparar este gran pecado: la muerte de Jesús? Nadie, pero la cruz de Jesús es precisamente el remedio contra este pecado y el origen de nuestra salvación.
c. Todas las cosas (de nuestra salvación) son para Dios, para su gloria. Le debemos honra y gloria por lo increíble que Él hizo. Dios es bueno, Dios es amor; pero un amor precioso y carísimo. Le costó a Dios a su Hijo y esto lo hizo para demostrarnos la riqueza de su misericordia. Glorifiquemos al Señor.
* La sabiduría y el inmenso amor de Dios han de llevarnos a la adoración.
Síntesis aplicativa de temas importantes
1. La elección es la base de la subsistencia del pueblo de Dios. Mucha gente piensa que la creencia en un Dios de elección significa creer en un Dios caprichoso. No obstante, la elección de Dios es la garantía de que siempre hay un pueblo que conoce a Dios. En Israel podemos verlo claramente. Pese a su incredulidad, hay muchos que sí han creído en Él y lo seguirán haciendo.
2. Dios actúa en forma admirable con su pueblo, incluso la incredulidad de Israel había de servir a los propósitos de Dios. La manera en que Dios actúa se parece a una ondulación. Por la incredulidad de Israel, la salvación va a los gentiles; por sentirse celoso de ellos, el evangelio regresa a Israel. Si este pueblo será restaurado nuevamente, entonces con mayor fuerza el evangelio volverá al mundo. El judío Isaac da Costa escribió:
"La marcha del evangelio es como la del sol. Ambas marchas tienen la forma de un círculo. El evangelio volverá un día a Jerusalén, para salir de allí con fuerza aumentada. La obra misionera pequeña tiene lugar. La obra grande aún debe tener lugar y la tendrá a través de Israel".
¿Será así? Por lo menos sabemos que Israel un día llevará mucho fruto para el bien del mundo.
3-4. Si Dios ha castigado la incredulidad de su pueblo, con mayor razón debemos cuidarnos. En la iglesia a menudo se afirma que ella (la iglesia) ha tomado el lugar de Israel. A esto se lo llama la "teología de la sustitución". Esta teología parte de que Dios ha abandonado a Israel por su incredulidad. Pablo, en este capítulo, nos enseña otras cosas:
a. Siempre hay y había en Israel personas que depositaron su fe en Cristo.
b. Si Dios ha mostrado su ira hacia la incredulidad de Israel, ¡cuánto más tenemos que temer nosotros su ira si caemos en la incredulidad!
c. Los dones y el llamamiento son irrevocables. Si no creemos que Dios se apiada de Israel, ¿qué garantía tenemos que se apiadará de nosotros? La fidelidad de Dios está en juego.
d. Aunque hasta el momento hay sólo un remanente de Israel, llegará el día en que Dios salvará a Israel como pueblo.
5. La salvación nació en el corazón de Dios, Él la llevó a cabo; para Él sea la gloria.
La salvación es para nosotros, pero proviene de Dios. Nadie era capaz de inventar un camino tan maravilloso para poder llegar a Dios. Por tanto, el que se gloría, gloríese en el Señor.
Romanos 12
1. (12,1-8) En este capítulo encontramos ejemplos prácticos de la vida cristiana, la cual es una vida nueva. Pero, con respecto a esto, Pablo no es legalista, ni moralista; él dice: "Os ruego por las misericordias del Señor". Las pruebas de la misericordia de Dios mostrada en Jesucristo hacia los pecadores que vivían bajo su ira, son el mejor motivo para responder con una vida consagrada a Él. La respuesta abarca varios aspectos: nuestra vida como miembros de la iglesia (cap. 12), nuestra relación con el gobierno (cap. 13), pero también nuestra actitud frente a los hermanos que tienen opiniones opuestas a las nuestras (cap. 14 y 15).
Las palabras `os ruego' significan literalmente: "os exhorto, os suplico". Pablo habla con autoridad apostólica. El contenido de su exhortación se dirige a la vida nueva; pide presentar los cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Pablo utiliza términos del culto del templo para indicar que el sacrificio en la nueva dispensación es nuestra propia vida. Por eso habla de `vuestros cuerpos' y de un `sacrificio vivo', que se diferencia de los sacrificios de animales en el AT. (nótese que habla de nuestros cuerpos; comp. Rom 6,12-13). La enseñanza apostólica va más allá de "entregar el corazón a Cristo". Dios reclama todo nuestro ser. Con nuestro espíritu y cuerpo debemos consagrarnos a Él mediante una vida con la cual Dios se contenta. En una palabra, Pablo lo llama: vuestro culto racional. La palabra griega (logikos) significa que nuestro culto debe ser inteligente, no algo automático e inconsiderado.
En el versículo 2 explica en qué consiste esta vida nueva. Negativamente consiste en no conformarse a este siglo. `Siglo' significa aquí: el mundo dominado por el pecado. Por lo tanto, no se debe mostrar una vida conforme al estilo del mundo pecaminoso. Positivamente, habla de una transformación por medio de un nuevo estilo de pensar. El griego usa la palabra `metamorfosis'. Por eso se trata de un cambio completo. La forma anterior de pensar no tenía nada que ver con los mandamientos del Señor, con la obediencia a Dios, ni con una vida santa. Para actuar diferente hay que pensar diferente. La bondad y la santidad de Dios deben tener su influencia en nuestra vida. Así vamos a buscar la voluntad de Dios, lo que es bueno y perfecto, en conclusión: lo que es agradable ante los ojos de Dios.
Desde el versículo 3 Pablo habla de las relaciones mutuas dentro de la iglesia. Esto lo enfatiza nuevamente con autoridad (por la gracia que me es dada= en virtud de la autoridad que Dios me ha concedido). Acentúa la humildad dentro de la hermandad: no tener un concepto demasiado alto de sí mismo, menospreciando a los demás, porque cada uno ha recibido fe que se expresa en dones impartidos por Dios. Nuestro propio don no es razón para alzarse sobre los demás. Pablo lo demuestra con su ejemplo preferido, el del cuerpo. Cada miembro tiene su propio lugar dentro del cuerpo y por ende se complementan unos a otros.
Pablo enumera 7 dones:
a. Profecía. Es hablar en base de la revelación y por inspiración sobre el gran porvenir o sobre la voluntad de Dios para la actualidad.
b. Servicio. No se especifica en qué, sin embargo, los que tienen dones para servir, pueden hacerlo para el bienestar de los demás.
c. Enseñanza. Enseñanza de la fe cristiana
d. Exhortación. Consolación desde el `púlpito' o consejería en privado
e. Repartir. dar para las necesidades de los demás con generosidad
f. Liderazgo. La palabra puede también significar cuidar o dar ayuda, pero en el NT indica más el liderazgo; se debe hacer con diligencia o afán
g. Misericordia. Preocuparse de los enfermos, las viudas u otros que están en apuro
* Las misericordias del Señor nos piden una vida santa, agradable al Señor en servicio y humildad frente a Dios y nuestros hermanos.
2. (12,9-21) De los versículos 9 y siguientes Pablo da varias exhortaciones concernientes a la vida cristiana, tanto con respecto a los hermanos, como en nuestra relación con la sociedad que nos rodea. En primer lugar habla acerca del amor. Menciona algunos aspectos del amor cristiano. Este debe ser:
a. Amor sin fingimiento. Literalmente dice, "sin hipocresía". No debemos fingir interés en los demás, aunque no tengamos amor por ellos, sino que debemos demostrar el verdadero amor.
b. Amor genuino. A menudo la buena relación está afectada por el egoísmo. Por lo tanto Pablo nos ruega aborrecer lo malo y seguir lo bueno y mantener la buena relación con el prójimo.
c. Amor fraternal. El griego usa en el v.10 la palabra `filadelfia' para amor fraternal. Somos hermanos, tenemos a Cristo Jesús como nuestro Hermano, por tanto en nuestras relaciones debe existir un profundo amor, digno de la familia de Dios.
d. Amor humilde. "En cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros." Otra traducción: "Estimen a los otros como más dignos". El amor incluye respetar al hermano y no estimarse a sí mismos como los únicos que se hallan en condiciones de hacer las cosas.
En el v.11, Pablo sigue hablando del amor, pero ahora dirigido hacia Dios. "En lo que requiere diligencia, no perezosos". En el cumplimiento del deber no conviene ser flojos, ni trabajar lo menos posible, sino ser fervorosos, fervientes, ardientes en el Espíritu.
"Gozosos en la esperanza..." Pablo nos anima a esperar y gozarnos en la esperanza. Ser pacientes, perseverando en las pruebas; porque la Palabra del Señor es fiel y sus promesas se llevarán a cabo. Por este motivo podemos seguir confiando en Dios, sin perder el ánimo.
"Constantes en la oración". Este es el camino mediante el cual podemos perseverar en las pruebas y estar gozosos en la esperanza. En la oración, pues, apelamos a la bondad de Dios.
En los versículos 13, 14 y 16 y los siguientes Pablo trata de nuevo sobre el amor.
e. Amor generoso. El amor debe preocuparse de las necesidades de los hermanos y abrir la casa para ellos. Pablo probablemente tiene en mente a los evangelistas que viajaban de un lugar a otro. La iglesia tiene que cuidar de ellos.
f. Amor por el enemigo. Amar a la gente que no pertenece a la iglesia, a los que incluso persiguen a los creyentes. Ellos son llamados para bendecirlos. Pablo menciona aquí palabras de Jesús, las cuales hallamos en el llamado sermón del monte. Los mandamientos del Señor, concernientes al amor, impresionaron mucho a los discípulos y determinaron la ética cristiana.
g. Amor simpático. El amor cristiano muestra interés en el hermano y en los demás, incluyendo "gozarse con los que se gozan y llorar con los que lloran". Esto es lo contrario de una actitud fría y egoísta, ya que sabe compartir la alegría y la tristeza de los hermanos. Esa es la comunión que nace del amor verdadero.
h. Amor armonioso. La armonía sólo puede florecer cuando existe humildad, cuando ningún hermano se alza y piensa que es mayor que el otro. Al contrario, hay que acomodarse a las cosas humildes (el griego se puede también traducir así) o asociarse con gente humilde. Para el amor no existe gente inferior, ya que todos son criaturas de Dios.
i. Amor que desiste de venganza. El amor cristiano implica no pagar mal por mal a nadie, sino desear lo mejor para todos. El amor es libre de odio y busca la paz con todos, cuando es posible, depende por supuesto también de los demás, si anhelan la paz o no. Pero si no la quieren, igual el amor debe desistir de venganza, ya que nuestra venganza nunca es pura, siempre está mezclada con odio. Hay que dejar la venganza a Dios; a Él corresponde el juicio. El creyente debe pagar bien por mal; dar a su enemigo comida y bebida si necesita. Así amontaremos ascuas de fuego sobre su cabeza: le haremos sentir vergüenza. La única forma de manejar lo malo es bendecir, ayudar y amar. La única manera para vencer el mal es hacer bien. Sólo el amor tiene fuerzas para quebrantar el odio.
* El estilo de vivir del creyente refleja la forma en que Dios actuó: vencer el odio con el amor, el amor que le costó a Cristo su vida.
Síntesis aplicativa de temas importantes
1a. La misericordia de Dios debe despertar en nosotros una actitud de constante adoración. El apóstol Pablo exhorta a los creyentes para que vivan de acuerdo a su nueva vida en Cristo. Esta exhortación está fundada en las misericordias de Dios. El Señor ha hecho tantas cosas por nosotros, nos ha predestinado para al último glorificarnos, nos ha dado su Espíritu, santificado nuestras vidas y ha enviado a Jesús para rescatarnos de la condenación. Por todo esto y mucho más, el creyente no puede ser un indiferente a las cosas de Dios; él está llamado a rendir adoración por la gran salvación que ha recibido. Esta adoración debe ser hecha con todo nuestro ser; no es algo que decimos a Dios solamente, sino también algo que hacemos: entregar nuestros cuerpos (y no sólo el corazón) en santidad para la gloria de Dios. Este debería ser el culto diario de un cristiano. Un culto espiritual que estima sobremanera la obra de Dios; un culto que no se conforma a un sólo día, sino a todos los días de nuestras existencias.
1b Para adorar bien, hay que pensar bien. Ahora que estamos en nueva vida no podemos ajustarnos a los patrones de este mundo, no debemos dejarnos moldear por este sistema arrastrado por el pecado. Nuestra nueva vida sólo puede ser alimentada por la Palabra de Dios; a través de su lectura y estudio, Dios transformará por medio del Espíritu Santo nuestra forma de pensar; de tal manera que lo que antes tenía interés para nosotros, ahora cede lugar al deseo de querer agradar a Dios. Unicamente por medio de la Palabra estaremos en condiciones de conocer la buena voluntad de Dios para nuestras vidas.
1c. Reconocer la importancia de cada hermano es fundamental para el fortalecimiento de la iglesia. La iglesia es como un cuerpo compuesto de muchos miembros y todos con una labor específica, pero necesitados unos de otros. En la iglesia de Cristo no debería existir la jactancia por ciertos dones que se poseen. No, todo hermano es un don de Cristo, y cada uno de ellos tiene una participación específica dentro de la comunidad de redimidos. Es por tanto labor de los líderes de una iglesia tratar de incentivar a los hermanos a la participación, y buscar el reconocimiento de aquellos que tienen dones de cualquier índole. El Señor bendecirá el reconocimiento mutuo, y la interacción de los dones dentro de su pueblo.
2a. Las palabras de afecto pierden sentido si ellas no nacen de un amor genuino. Es nuestra costumbre en la iglesia decir "hermano", pero ¿consideramos lo que realmente significa esto?; también es usual decir "Dios te bendiga", mas ¿deseamos ser instrumentos de bendición para su vida?
Puede ser muy fácil ocultar sentimientos de amargura o de rencor a través de las palabras. El amor debe ser real en nuestras relaciones con los hermanos, pues de no ser así sólo se estaría cayendo en hipocresía. Se ama sinceramente cuando aborrecemos lo malo, deseando estar más cerca siempre de Dios.
2b. La batería de nuestro fervor es el amor de Cristo; el amor que lo llevó a la cruz a morir por nosotros. Estamos en peligro de que muchas veces se apague el fuego de nuestra diligencia y empeño. Sólo podemos ser ardientes por el fuego del Espíritu Santo, quien derramó el amor de Dios en nuestro corazón. ¿Conocemos y mantenemos este secreto de la misericordia de Dios? ¡El ánimo para ser útil en el reino de Dios no depende de los resultados, sino del amor de Dios!
Romanos 13
1. (13,1-7) En el capítulo 13 encontramos observaciones importantes acera de la obediencia que le debemos al gobierno, a los que están sobre nosotros en el ejercicio de la autoridad. No sabemos cuál era el motivo del apóstol Pablo para escribir sobre esta relación. Posiblemente había dentro de los creyentes en Roma dificultades concernientes al pago de los impuestos; presumiblemente falta de respeto por el gobierno; comprometiendo de esa manera la fe cristiana. Si es así, Pablo quiere subrayar que la fe cristiana de ningún modo promueve la revolución, ni la rebeldía.
Pablo nos enseña que Dios es la fuente de la autoridad, y que los que ejercen autoridad, aquí en la tierra, la toman de Él. Por eso hay que obedecer a los autoridades, de tal modo que podemos decir: el no obedecer a las autoridades, equivale a desobedecer a Dios. El gobierno humano es una institución de Dios para nuestro bienestar. Una manera de servir a Dios es hacerlo a través de nuestra obediencia al gobierno. Sin embargo, hay un límite; aunque Pablo no lo menciona aquí, sí lo encontramos en otros pasajes de la Biblia. Cuando las autoridades mismas violan el límite puesto por Dios, exigiendo tal obediencia que implique desobediencia a Dios (Compare Hechos 5,29) "es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres". No obstante, si las autoridades actúan de acuerdo a lo esperado por ellos, es decir, correctamente, es nuestro deber obedecerles. Haciendo esto, no hay que esperar algo malo del gobierno, sino `alabanza'. El gobierno romano tenía por costumbre hacer inscripciones de nombres de personas que habían hecho grandes beneficios.
El gobierno (en la mayoría de los casos) sin saberlo, es siervo del Señor. En caso que no nos portemos bien, hay que temerle, porque "no en vano lleva la espada." Posiblemente Pablo piense en la costumbre en donde los magistrados llevaban delante de ellos una espada cuando tenían que juzgar, lo que simbolizaba su autoridad sobre la vida y la muerte. Este versículo (4) nos dice claramente que es el deber del gobierno proteger a los ciudadanos; además, no dice directamente que el gobierno tiene el derecho hasta de aplicar la pena de muerte. A lo más podemos decir que este pensamiento está implícito en las palabras de Pablo, aunque tenemos que admitir, sólo en último caso.
El castigo no es la única razón para obedecer a las autoridades, también es por causa de la conciencia: la conciencia sabe lo que es bueno y lo que es malo. Esto nos motiva a practicar lo bueno, no sólo por el temor a ser castigados, sino porque nuestra conciencia lo demanda.
Aceptar la autoridad del gobierno implica pagar los impuestos. Las autoridades ponen mucha atención sobre todo en este aspecto. Los cristianos no deben comprometer la fe por negligencia en este sentido. Hay que respetar el orden divino y por tanto pagar los impuestos y el respeto a quién se le debe.
* La obediencia a Dios se expresa también en la obediencia a las autoridades, aunque hay ciertos límites: no podemos comprometer la fe.
2. (13,8-10) El apóstol vuelve tanto al capítulo 12, tocando nuevamente nuestra relación con el prójimo, como a la palabra `deber' del v.7. El deber del creyente es en un sentido general el amor, porque el amor es el cumplimiento de la ley. Es importante pensar en estas palabras de Pablo. Muchas veces estas son malentendidas, como si fuese la intención de Pablo decir que el amor es más importante que el mandamiento concreto. Sin embargo, el amor no deja de lado los mandamientos. Pablo no quiere decir que el amor anula los mandamientos, sino que los cumple; es decir: el amor permite que los mandamientos cumplan su propósito. El amor es el cumplimiento del mandamiento porque el amor no hace mal, no daña en ningún sentido al prójimo. Por tanto, podemos verificar nuestro amor por el prójimo mediante la pregunta: ¿hemos dañado al prójimo o no? El verdadero amor busca solamente su bienestar.
* ¿Mostramos el mismo amor a nuestro prójimo tal como el Señor nos lo mostró a nosotros?
3. (13,11-14) Pablo ha exhortado a la iglesia, animándola a mostrar amor. Ahora explica por qué es trascendental vivir conforme a la Palabra de Dios: el pronto retorno de nuestro Señor Jesucristo. Apela al conocimiento que posee concerniente al tiempo en que vive. La palabra `kairos' significa "el tiempo decisivo". Aunque nadie sabe la hora exacta, nosotros sí sabemos que la venida del Señor Jesús está cerca. El paso de los días nos acerca más a su retorno. El N.T. puede hablar de la prontitud de la venida de Jesús porque lo decisivo ya aconteció: su muerte, resurrección, ascensión y el derramamiento del Espíritu Santo. El tener conocimiento de la proximidad de la venida de Jesús es motivo más que suficiente para levantarse del sueño y comenzar a vivir al encuentro del Señor; ésto debemos hacerlo por medio de una conducta que le agrade, pues la salvación está más cerca del día que nos encontramos por primera vez con Él. Pablo entiende aquí por salvación la salvación final, incluyendo lo que Dios hizo en el pasado (la justificación) y en el presente (la santificación). No obstante, ahora piensa sobre todo en la futura redención de todo: del pecado, de la muerte, y de cualquier circunstancia ardua; además tiene presente la vida en la gloria y en la presencia del Señor. La noche es avanzada, ha pasado ya mucho tiempo y se acerca el día que trae a Jesucristo en gloria y majestad. El día de su venida ya nos alcanza; el resplandor de la gloria de Cristo ya echa su sombra sobre los últimos tiempos.
La "noche" tiene también otro significado: no sólo el tiempo en el cual el Señor todavía no ha venido, sino el dominio del reino de Satanás. La predicación de la cercanía de la venida del Señor es por tanto una exhortación profunda que nos llama a vivir una vida `celestial', es decir, conforme al estilo del reino y del Rey que vienen; una vida que pueda soportar la luz del día. Pablo usa un lenguaje metafórico preferido por él: vestirse con las armas de la luz. (Véase también Efesios 6,10-17). Vivir en la luz es una lucha continua en donde se necesita armas para vencer al mal. El tiempo de los verbos que Pablo usa son como en el capítulo 6 el `aoristo', lo que se relaciona con lo que los miembros de la iglesia hicieron en el pasado, una vez para siempre cuando ellos conocieron a Jesús. Pero esta conversión tiene sus implicaciones diarias; ellas son: desechar toda maldad, no emborracharse, ni vivir en lascivia o libertinaje, tampoco en lucha y envidia. En cada tiempo hay diferentes luchas y diferentes pecados, pero todos tienen en común la vida según los propios deseos de nuestra `carne', la vida dominada por el pecado (v.14). No hay que atender a los ruegos de la carne, dice Pablo.
Lo contrario de esta vida no es tratar de vivir mejor, producto de nuestros propios esfuerzos, sino vestirse de Cristo, empaparse de Él, vivir en comunión con Él. Sólo en esta comunión, nuestra vida recibe un nuevo rumbo, una vida para la gloria de Dios.
* La venida del Señor Jesús está cerca. ¿Predicamos de esta verdad a través de nuestras propias vidas como miembros de la iglesia?
Síntesis aplicativa de temas importantes
1a. Los creyentes le debemos al gobierno respeto, obediencia (¡impuestos!), oración, y si es posible, una participación activa. El creyente no puede estar al margen de los acontecimientos que competen al gobierno, ni menos dejar de cumplir con sus deberes para con él. Si consideramos que Pablo escribe esta carta durante el período del emperador Nerón, un pésimo gobernador romano, entonces debemos concluir que nuestra obediencia al estado es seria, pero siempre y cuando no atente contra nuestra fe en Jesucristo. También es de mucha importancia que oremos por aquellos que nos presiden en el gobierno de la nación. La iglesia dará buen testimonio si ella se integra en forma activa en los quehaceres de la nación, levantando una voz profética cuando ella sea necesaria.
1b. No se puede concluir de este capítulo una actitud de obediencia incondicional, sea como sea el gobierno. De ninguna manera el primer versículo justifica actos de crueldad hacia los ciudadanos, como sucedió en Alemania en el tiempo de Hitler y que están sucediendo en regímenes dictatoriales. ¿Se debía obedecer al gobierno alemán cuando éste ordenó no esconder a los judíos?
Pablo, aunque conoce las crueldades del gobierno romano, tiene aquí en mente sobre todo las bendiciones del gobierno. No habla acerca de un gobierno que no merezca respeto por su comportamiento satánico, como en el caso de Apocalipsis 13.
2a. No hay obediencia agradable a Dios sin amor; pero tampoco amor sin obediencia a sus mandamientos. Lo que agrada al Señor es el cumplimiento de sus mandamientos a través del amor. Hay teólogos que dicen: "todo lo que es hecho en amor es bueno". En cuanto a esto, no podemos por ejemplo decir, que los contactos sexuales prematerimoniales o de homosexuales sean buenos porque "hay amor" en ellos. El amor no pasa por alto el pecado, ya que el amor se expresa en obediencia a los mandamientos concretos de Dios.
2b. No podemos cumplir los mandamientos del Señor con nuestro propio esfuerzo. Solamente podemos demostrar amor, si conocemos el amor de Dios en Jesucristo hacia nosotros.
3a. Los creyentes vivimos entre el `ya' y el `todavía no'. Con la llegada de Jesús se ha inaugurado la nueva era; por otro lado su reino aún debe venir en plena gloria. Por esa razón, Pablo puede hablar de la cercanía del día de Cristo. No importa que haya transcurrido mucho tiempo entre su primera y segunda venida, pues "para el Señor mil años son como un día" (2 Pedro 3,8).
3b. La única actitud que corresponde a la espera del gran "día" es vivir en la luz, romper con las obras de la noche (cuyo príncipe es Satanás) y de la carne. Positivamente, es vestirse de Cristo. No hay ningún progreso en la vida que agrada a Dios, si no hay comunión íntima con Él.